jueves, 24 de septiembre de 2015

JESÚS DE NAZARET (XIV): PENTECOSTÉS






Valor soteriológico de Pentecostés como consumación de la Nueva Alianza.

En la época inmediatamente anterior a Cristo, la fiesta de las Semanas o Pentecostés, no estaba sino relación con la alianza del Sinaí. En efecto, el libro de Jubileos considera esa fiesta como destinada a celebrar cada año la renovación de la alianza. Según los Jubileos, Dios había pedido a Moisés esa renovación, mediante la aspersión de sangre que se hacía sobre el pueblo; era una renovación, porque la Alianza del Sinaí perpetuaba las alianzas anteriores estipuladas con Noé y con los patriarcas. Sin embargo, el nexo entre Pentecostés y la Alianza, es todavía mas profundo. En el A T  la alianza definitiva había sido anunciada como presencia del Espíritu de Dios en el pueblo.

Si el libro de Isaías profetiza que el espíritu de Yahvé reposará sobre el Mesías, Is 11, 1; 61, 1, contiene igualmente un oráculo que extiende a Israel esa presencia del espíritu de Yahvé: "en cuanto a mí, esta es la alianza con ellos, dice Yahvé. Mi espíritu que ha venido sobre ti y mis palabras que he puesto en tus labios no caerán de tu boca ni de la boca de tu descendencia, dice Yahvé, desde ahora y para siempre", Is 59, 21.

El oráculo de Ezequiel es todavía mas preciso, pues indica aun más en que sentido la nueva alianza comportará la presencia del Espíritu. En efecto, el gran problema planteado por la alianza es el de la fidelidad del pueblo; en la nueva alianza, la fidelidad en cumplir todas las obligaciones de la alianza y la auténtica pertenencia del pueblo a Dios tendrán su garantía en el don definitivo del Espíritu de Dios: "Os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en vosotros haré que os conduzcáis según mis preceptos y observéis y practiquéis mis normas. Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios",Ez 36, 26-29.

Así, pues, la liberación del pecado, la purificación son el resultado de esa infusión de un "espíritu nuevo", espíritu de Dios comunicado a los hombres. Ese espíritu infundido en los corazones será el principio de la rectitud moral, y actuará de tal modo que el pueblo sea el pueblo de Dios. De esta manera se consuma "la nueva alianza" en la que según Jeremías, la ley divina queda ya inscrita en el fondo de los corazo­nes. Jer 31, 31-33.

También S. Pablo caracteriza a la nueva alianza en base al Espíritu cuando habla de los apóstoles: "ministros de la nueva alianza, no la de la letra, sino del Espíritu", 2 Cor 3, 6. El apostolado es el "ministerio del Espíritu", 2 Cor 3, 8. El Espíritu es el que confiere a la nueva alianza su superioridad; la ausencia del Espíritu ha condenado a muerte a la antigua alianza (la del Sinaí), por eso "la letra mata, el Espíritu vivifica".

Es por consiguiente, en Pentecostés cuando se estrecha la verdadera y definitiva alianza, en ese momento Cristo glorioso reúne definitivamente a la humanidad con Dios infundiendo en el corazón de esa humanidad su Espíritu, el Espíritu Santo; este Espíritu asegura la sinceridad de la nueva Alianza, la íntima realidad de la pertenencia a Dios; asegura igualmente la fidelidad la inconmovible permanencia; pues la alianza esta destinada a desplegarse en una unión cada vez más honda de los hombres con Dios.

Pentecostés representa el don supremo del amor divino, ya que por medio del Espíritu Santo, Dios se entrega a lo más íntimo del ser del hombre y viene a morar, no ya simplemente entre los hombres, como sucedió con la Encarnación, sino en el corazón de los hombres. Pentecostés consuma la Encarnación hasta en su aspiración suprema, su extensión a toda la humanidad. Por otra parte, Pentecostés suscita la entrega más sublime de los hombres a Dios, entrega sostenida y animada por el Espíritu Santo. El encuentro de estas dos donaciones, en su estadio más completo, constituye la Alianza perfecta, que era el objetivo de toda la obra redentora.


16. Pentecostés acontecimiento de misión

Ya Cristo resucitado, en las apariciones y con ocasión de la Ascensión, había asignado a las mujeres y a los discípulos una misión: su glorifica­ción no podía significar un repliegue sobre el triunfo obtenido; de­bía ser el principio de una nueva acción en el mundo. El acontecimiento de Pentecostés demuestra que el Reino establecido por Cristo es un Reino esencialmente abierto y que, al igual que su fundador, la Iglesia no puede encerrarse en sí misma en el disfrute de la vida divina y de los dones divinos.

La comunidad queda formada espiritualmente en virtud de la venida del Espíritu Santo; ahora bien, es constituida por El en estado de misión, sin que se puedan distinguir dos momentos diferentes para la constitución y para la misión. La Iglesia nace con un dinamismo de expansión que le es esencial.        

El contraste entre la comunidad agrupada toda ella en un solo lugar y la afluencia de gentes de todas las naciones, a las que se les debe dirigir el testimonio inmediatamente, subraya el impulso del Espíritu Santo hacia una misión universal. La primera profesión de fe de Pedro en Pentecostés, lejos de estar reservada a un reducido núcleo de creyentes, adopta la forma de una proclama a la muchedumbre y de una llamada general a la conversión.

Esta misión había sido anunciada por Jesús, que personalmente había insistido en su carácter universal, ya que a los discípulos que le hablaban en provecho de Israel, les dio como campo de operaciones la tierra entera hasta sus últimos confines, Hech 1, 6­8. Lo que es propio del  Espíritu Santo es poner en obra esa misión, darle un primer cumplimiento desde el mismo día de Pentecos­tés. El Espíritu Santo impulsa a los discípulos a dar testimonio y atrae hacia ellos a oyentes llegados de todas partes.

El símbolo de las "lenguas de fuego", Hech 2, 3, es característico: los que se han reunido para recibir el Espíritu Santo se hacen aptos para propagar el mensaje: se encuentran en circunstancias en las que deben dar testimonio, y para ello tienen capacidad, superior a toda aptitud humana. Además el Espíritu Santo hace comprender a cada oyente, en su propia lengua, el mensaje proclamado Hech 2, 8-11, de modo que el mismo asegura en cada uno de ellos la comprensión del mensaje. Aparece así con más claridad la naturaleza de la salvación que Jesús transmite por medio del Espíritu Santo. Se trata de una salvación comunitaria, ya que el don del Espíritu se confiere a la comunidad reunida, y de una salvación destinada a comunicarse al mundo a través de un testimonio cuya eficacia está asegurada.

P. Ignacio Garro, S.J.

jueves, 17 de septiembre de 2015

JESÚS DE NAZARET (XIII): ASCENSIÓN Y PENTECOSTÉS



Ascensión y Pentecostés

Entre la Ascensión y Pentecostés el nexo es todavía más estrecho. Se trata, en efecto, de lo que podríamos llamar dos facetas de un mismo acontecimiento fundamental. La Ascensión es una partida, la partida definitiva de Cristo. Ahora bien, Cristo se va corporalmente a fin de venir espiritualmente: la venida de Cristo por medio del Espíritu Santo en Pentecostés es la contrapartida a la ocultación de su presencia corporal en la Ascensión. Hemos observado que esta venida del Hijo del hombre sobre las nubes había sido anunciada por los ángeles para explicar a los discípulos el sentido de la Ascensión. Hech 1, 11.

La Ascensión es también una elevación, la elevación celeste de Cristo que desde ahora está sentado a la derecha de Dios y recibe el poder absoluto sobre el Reino. Ahora bien, el poder atribuido a Cristo en el momento de la Ascensión no es sino el poder de dar el Espíritu Santo. Cuando S. Pablo afirma que Cristo ascendido al cielo "dio dones a los hombres", dones por los que en la Iglesia hay apóstoles, profetas, evangelistas, pas­tores, doctores, no hay duda alguna que por tales dones entiende los carismas del Espíritu Santo.

El poder divino adquirido por Cristo ascendido al cielo es el poder de disponer del Espíritu Santo; por lo demás, debemos recordar la equivalencia establecida en el N T entre Espíritu y potencia de Dios. Disponer de la potencia divina es disponer del Espíritu Santo.

Hemos visto que el poder de Cristo ascendido al cielo era el poder de la Cabeza sobre el Cuerpo; ahora bien, Cristo da la vida al Cuerpo Místico por medio del Espíritu Santo, de tal manera que este ha sido llamado, por una tradición que refleja el eco fiel de la Escritura, alma del Cuerpo Místico.

La Ascensión no realiza, pues, su plena virtualidad sino en Pentecostés. Es la instauración de un Reino que no se establece sobre la tierra sino en el momento de Pentecostés, y Cristo no constituye el Cuerpo Místico, del que es la Cabeza, sino por medio de la efusión del Espíritu Santo sobre la comunidad de sus discípulos. En Pentecostés queda formalmente constituida la Iglesia.

Al preguntarle los discípulos cuando iba a establecer el Reino, Jesús les respondió que la tarea de la instauración del Reino les incumbía a ellos, con la energía divina que les llegaría de lo alto: "Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos..." Hech 1, 8. En la muerte de Cristo, la instauración del Reino de Dios se inaugura en el cielo por la Ascensión, pero en la tierra por medio de Pentecostés.

           
14. Pentecostés, fruto del sacrificio

En el evangelio de S. Juan, la escena de la lanzada se narra en razón de su significado simbólico. El evangelista no explica ese significado, se limita a mostrar que él atribuye una gran importancia al símbolo, ya que atestigua solemnemente la veracidad del testimonio. Ahora bien, en la sangre y en el agua que fluyen del costado traspasado de Cristo, Jn 19, 34, se debe reconocer la imagen de la efusión del Espíritu Santo que deriva del sacrificio. Si la alusión al bautismo y a la eucaristía es probable, es aún más cierto que el agua simboliza la gracia, la comunicación del Espíritu.

El diálogo con la samaritana, Jn 4, 4 y sobre todo la declaración del Maestro con ocasión de la fiesta de los Tabernáculos lo indican suficientemente. A propósito de esta última declaración: "de su seno brotarán ríos de agua viva", el evangelista añade su inter­pretación: Jesús "lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en El", Jn 7, 39.

Del cuerpo del Mesías debía salir abundante efusión del Espíritu Santo. Sin embargo ese cuerpo debía antes ser glorificado: "porque aun no había Espíritu, pues todavía Jesús no había sido glorificado". El episodio de la lanzada demuestra simbólicamente que la efusión del Espíritu Santo se obtiene con el sacrificio. En el momento en que, simbólicamente el sacrificio se consuma, el agua empieza a fluir. El cuerpo santificado de Cristo que, a los ojos de S. Juan, lleva en sí su glorificación, comienza a difundir simbólicamente el Espíritu Santo.

Algunos comentaristas han interpretado en el sentido del don del Espíritu y han afirmado en consecuencia un don del Espíritu Santo resultante del sacrificio de Cristo. La sangre que habla es el Espíritu que se difunde en virtud del sacrificio.  Se puede concluir que todo el fruto del sacrificio redentor ha sido recogido en Pentecostés. Mereciendo su glorificación Cristo ha merecido a los hombres la efusión del Espíritu Santo, efu­sión por la que ellos reciben la salvación, la remisión de los pecados, y la santificación, todos los dones espirituales. Pentecostés es la fecundidad del sacrificio; si los discípulos quedaron "todos llenos del Espíritu Santo", Hech 2, 4, esa plenitud del don deriva de la plenitud del sacrificio ofrecido por Cristo al Padre, y manifiesta la plenitud de su glorificación.
P. Ignacio Garro, S.J.

martes, 15 de septiembre de 2015

PRUEBAS DE LA EXISTENCIA DE DIOS (VII): LA CIENCIA Y DIOS



1º Parte. Conocimiento experimental y por fe.

Introducción

El diario El Comercio publicaba el 4 de agosto de este año 2007, un artículo de Humberto Eco (ateo o al menos agnóstico él mismo) en que se leía lo siguiente: «Hoy en día... no sólo se vuelve a proclamar en voz alta el propio ateísmo sino que también se escriben libros y libelos sobre los estragos de las religiones.

Sin limitarnos al “Traité d’atheologie” de Michel Onfray, que salió en Francia hace más de dos años, tenemos “Breaking the Spell” (“Rompiendo el conjuro”) de Daniel Dennett (un filósofo que estudia la religión como fenómeno natural), el muy polémico “Perché non possiamo essere cristiani!”(“e meno che mai cattolici”) de Piergiorgio Odifreddi (“Por qué no podemos ser cristianos y menos aún católicos”), el sarcástico “Babbo Natale”, “Gesù Adulto” de Mauricio Ferraris (“Papá Noel, Jesús Adulto”), el “Curso acelerado de ateísmo” de Antonio López Campillo y Juan Ignacio Ferreras, “Un’etica senza Dio” de Eugenio Lecaldano (“Una ética sin Dios”, se puede tener verdaderamente una vida moral solo dejando a Dios de lado), “God is not great: How religion poisons everything” (“Dios no es grande: cómo la religión lo envenena todo”) de Christopher Hitchens. Quizá hayan salido otros libros análogos, pero se me han escapado y espero que sus autores me perdonen por amor de Dios. Estamos asistiendo a un regreso a formas de ateísmo militante».


I. El problema1.- ¿De qué vamos a hablar?
1.1. De Dios sabemos muchas cosas. Por la razón natural y sobre todo por la Revelación, que se nos ha comunicado en la Iglesia: Ha creado todo, es infinitamente misericordioso, ha enviado a Jesucristo para salvarnos, Jesús ha fundado la Iglesia Católica, está cerca y se nos comunica y actúa en este mundo de varias maneras.

2.- Fe es creer a otra persona lo que dice.
Algunos dicen que no creen más que lo que ven.
Es falso: también creen en lo que sienten, gustan, oyen...
Pero también creen en lo que ni ven, ni gustan, ni sienten con los sentidos ojos...
Se cree por fe que los padres son los padres, lo mismo a los hermanos, lo mismo a la esposa. Se cree por fe lo que enseña el maestro. Se cree por fe lo que me llega por los medios de comunicación. Lo más normal de cualquiera es hacer actos de fe de la mañana a la noche. Sin fe no se vive. El hombre se puede definir como “el ser que cree”.

3.- Si todo hombre tuviera que aprender todo por propia experiencia no debería ir a la escuela ni a la universidad para aprender de otros, ni leer nada. Todos seríamos salvajes. La cultura es obra de la fe.

4.- El científico se forma en la universidad creyendo a los profesores, a los libros etc. Los pequeños y parciales experimentos que hace un estudiante universitario todos saben que no tienen el rigor ni las garantías necesarias. Son una preparación para experiencias en el futuro, una vez formados.

5.- El científico ya formado y que trabaja experimentando

a) en su vida normal cree como todos;
b) en su trabajo científico lo primero que hace es leer y creer lo que se ha escrito e investigado por otros sobre el tema; también la ciencia es un hecho cultural.
c) en su trabajo personal experimental utiliza medios (microscopios o telescopios, cámaras, aparatos de medida...) que cree ser confiables y a los que cree.
d) En su propio trabajo el científico tiene necesariamente que creer.

Luego conclusión: Es falsa la antítesis o ciencia o fe. No se puede vivir ni siquiera ser científico sin fe (además de la ciencia, caso de dedicarse a ella).

6.- Nadie niega que la matemática es ciencia. Además es necesaria para que la ciencia física, por lo menos, se desarrolle.
Pero la matemática no es experimental. Todo en matemática se prueba por la razón.

7.- Por fin es falso que la ciencia tiene experiencia de todo lo que conoce. Nadie ha visto la fuerza de la gravedad, ni la electricidad o magnetismo.
La ciencia es el conocimiento en la naturaleza material de lo que en sí mismo no se ve por medio de la razón aplicada a los datos de los sentidos, que indaga sobre las causas y fines, más allá de lo que manifiestan los sentidos.

II. Puntualizaciones sobre LA EXPERIENCIA científica

1.- En las ciencias.
1.1. En ciencias humanas (v.g. historia, medicina, psicología, derecho...) ni hay experiencia propia, ni es medible. Es necesario otro concepto de lo que es ciencia y admitir el valor de otros conocimientos adquiridos por vía racional o testimonial (fe humana).
1.2. La exigencia de ese tipo de experiencia invalida la técnica, que se basa en saber lo que va a pasar. El futuro no se sabe por experiencia hasta que haya sucedido y entonces deja de ser predicción del futuro necesario.
1.3. Las matemáticas (¿no serían ciencia?) no son experimentales (¿experimentar un millón por dos?). Hoy existe como campo científico la física teórica.
1.4. Es falso que la ciencia afirma sólo lo que ve. La ciencia experimental ha buscado siempre la explicación de lo que se ve para conocer lo que no se ve: ¿Por qué oscilan las lámparas, caen los cuerpos?

2.- Relaciones de la ciencia con la fe. ¿Experiencia o fe? ¿O más bien experiencia Y además fe?
2.1.-Fe es conocer por un testimonio creíble (con garantías).
2.2. Humana: el testimonio es meramente humano.
Divina: el testimonio viene dado o corroborado por Dios. Puede darse una cadena de testigos.
2.3. A lo largo de la mayor parte de su historia el hombre ha vivido y creado grandes logros culturales sin ciencia.
2.4. Hoy ningún hombre vive de solos conocimientos científicos, sino de actos de fe continuos. Creer es su forma normal de conocer (familia, medios, etc.). Hablar supone confiar en la verdad de lo que se me dice. Sin lenguaje (sin fe) no hay intercomunicación, necesaria para crecer como persona. Un niño no aprendería nada y ninguno se desarrollaría como persona normal. El hombre es el ser que cree. Cree naturalmente. Hace bien en creer. Es razonable creer.
2.5. Ningún “científico” vive solo “científicamente”: cree a la mujer, los hijos, al médico... Hace bien y lo hace razonablemente.
2.6. La ciencia no es un cuerpo ni persona subsistente. La ciencia no existe más que en las cabezas de los científicos y nadie la posee toda.
2.7. En su propio trabajo científico: Todo científico ha aprendido su ciencia creyendo a profesores y libros. Nadie ha podido experimentar todo lo que sabe. Los “experimentos” que se hacen para aprender son meramente confirmatorios y todos saben que carecen del rigor necesario.

Para su propia investigación científica necesita estar al tanto de lo publicado en libros y revistas, confiar en que los aparatos y productos que usa, miden bien y tienen las características que dicen tener.

Por eso la ciencia no es posible con la sola experiencia de cada uno, es un proceso cultural. Sin fe el hombre seguiría siendo un salvaje. La ciencia avanza gracias a la fe. La cultura, el desarrollo humano, la ciencia misma son procesos de fe (humana).

El orden del Universo coincidencia de partida

1.- Anteriormente probamos cómo la razón puede llegar y de hecho ha llegado a demostrar que Dios, como necesario creador del conjunto de seres que comenzaron y comienzan a existir, es una realidad existente. Lo probamos con el principio metafísico de causalidad, que la ciencia supone y utiliza constantemente en sus investigaciones. Si el principio metafísico de causalidad no fuese real, no habría ciencia. Con ese mismo principio y tomando como punto de partida la existencia real del mundo, hemos demostrado que ese ser, al que llamamos Dios en castellano, existe, es una realidad.


2.- En este sentido la ciencia, usando con éxito y corroborando así la validez de tales principios de causalidad y de razón suficiente, confirma y garantiza que la razón humana prueba la existencia de Dios, como ser necesario y creador del universo, partiendo del hecho de la mera existencia del universo.


3.- Pero además se da el hecho de que esa misma realidad mundana tiene esta característica: Nuestro universo constituye un orden complicadísimo y constante. Ello es un hecho reconocido desde siempre, que la mera existencia de calendarios en todas las culturas confirma.


4.- Como hecho real no hay científico que dude de él. El orden en el universo se considera tan real que en cualquier fenómeno físico la ciencia busca identificar sus componentes y las leyes que lo rigen, y se hace lo posible por encontrar incluso una expresión matemática que lo formule, pues lo consideran así de constante y preciso. En este complejo se observan reacciones claras de finalidad en órdenes estáticos, como monumentos funerarios o ruinas arqueológicas, y sobre todo en órdenes dinámicos, como en la astronomía y muy especialmente en los seres vivos. El hecho maravilla una y otra vez a los científicos. Así el instinto de las abejas soluciona en los panales el problema de gastar el mínimo de material obteniendo el máximo espacio para almacenamiento de la miel. Los procesos vitales como el clorofílico de las plantas, con el que la planta absorbe oxígeno en la noche y lo produce en el día y otros muchos en los animales, son la admiración del entendimiento humano, cuando los descubre. Ese orden es tal que, si por ejemplo variase brevemente la fuerza de la gravedad sería imposible la vida del hombre sobre la tierra. En el caso de nuestro planeta Tierra, si las condiciones de su movimiento variasen ligeramente (por ejemplo la orientación del eje de rotación) la vida del hombre hubiera sido imposible. Es lo que se llama “principio antrópico”: muchas particularidades de la tierra y de su movimiento son así porque posibilitan la existencia del hombre sobre ella; si fuesen diversas (en medida relativamente pequeña) no permitirían la vida del hombre en ella.


5.- La ciencia constata estos hechos y otros muchos. Se pregunta sobre ellos, aunque no siempre encuentre respuesta, pero no los niega. No incursiona en el problema de Dios, porque no es objeto de estudio para la ciencia experimental; pero resulta que el hombre busca respuestas últimas que satisfagan sus interrogantes naturales sobre qué significa su propia vida, el por qué de su rechazo instintivo a la muerte, qué sentido tienen la vida moral, el esfuerzo, el dolor y la misma existencia. Estas preguntas son comunes a todos y no son exclusivas de los científicos ni de mentes enfermas y son más tenaces en los más inteligentes.


6.- Pero la ciencia sí admite como verdades claras algunos principios que están en la base de la filosofía. Tales principios son generales, no exclusivos de la ciencia; pero el que los excluye se excluye de la racionalidad y de la verdadera ciencia. Uno de ellos es el de causalidad, con el que ya probamos con rigor la existencia de Dios como ser necesario y creador del universo, no habiendo contra él argumento convincente. Es cierto que el argumento no es tan fácil de comprender, porque no tenemos experiencia directa del ser necesario, sino sólo de seres hechos y contingentes (que podrían no haber existido y aun pueden desaparecer sin que afecten a la existencia de los demás). Nadie ha visto ni tocado a Dios. Por la razón sólo podemos saber que existe, que es necesario y, por tanto, nadie lo ha hecho y algunas otras propiedades. Si Él se hubiese revelado podríamos saber más cosas; de hecho ha sido así, pero de este conocimiento revelado no tratamos ahora.


7.- La realidad del orden de y en el universo no ofrece dificultades de aceptación para los científicos. No hay uno que no lo acepte. Incluso despierta su entusiasmo. No pocos científicos dan un paso más y afirman que el universo lleva el sello de un “designio inteligente”. De aquí a admitir la existencia de Dios, como mente ordenadora y creadora, no hay más que un paso.

Es una realidad compleja, compuesta de muchos seres diferentes en número y propiedades, que están en movimiento continuo. y esta ordenada (incluyendo otros sistemas subordinados) de modo finalístico, es decir sus elementos están situados y obran manifestando tener una relación con los demás y para conseguir un fin. Este orden es dinámico, es decir que el todo y sus partes están en continuo movimiento y cambio, manteniendo constantes diversas características en tales cambios, mientras otras permanecen. Así, por ejemplo, los cuerpos gaseosos, líquidos y sólidos con el mayor o menor calor, cambian de temperatura, ocupan mayor o menor volumen, pasan a líquidos, sólidos o gaseosos y lo hacen de forma necesaria y en condiciones bien precisas (por ejemplo, a la presión normal el agua a 0º se solidifica).


8.- Es característico de un orden (y más en el caso de un orden dinámico constante, en que se pasa de un orden a otro distinto, pero también ordenado y determinado por el anterior) la intervención del fin orientando y combinando las acciones y dinámicas parciales. Es decir que el fin actúa en las causas eficientes antes de existir de hecho. Esto sólo es posible si tal fin es conocido y querido previamente a existir. Lo cual sólo es posible para una causa inteligente. La razón suficiente de la constancia del orden no está en cada uno de los seres sino fuera de ellos, en causa ajena e inteligente (que es la única que puede intentar y ver lo que aun no existe). Esta causa (en el caso del orden total cosmológico) debe estar dotada de una inteligencia cuasi-infinita y cuasi-omnipotente, pues asegura la existencia de un universo tan enorme y complicado, que, pese al enorme grado de conocimientos alcanzado por el hombre en tantos años, todavía no ha sido desentrañado del todo. Tal causa tendría estaría dotada de un poder e inteligencia extraordinarios, cuasi-infinitos. Podría ser Dios, el ser necesario.


9.- Hay que reconocer que el argumento no llega a probar la existencia de un creador ordenador ser necesario. Para concluir con toda certeza metafísica en la existencia de Dios, el ser necesario y no hecho, el argumento hay que entroncarlo en el que ya se expuso: la existencia de un ser hecho demuestra que tiene que existir Dios, el ser increado no hecho. Se vuelve así al argumento anterior.


10.- Pero este argumento del orden resalta más la necesaria inteligencia, voluntad, personalidad espiritualidad y providencia de Dios. La existencia de ese orden y de órdenes inferiores sujetos al superior es clarísima para el mundo científico, de forma que con frecuencia se pueden calcular distancias y tiempos con extraordinaria precisión y total certeza, como ejemplo los eclipses y conjunciones de planetas.

Esta consecuencia lleva a muchos científicos ateos a colgarse como último recurso del azar, que sería la causa justificada de la existencia del universo y de su orden. Pero esto choca con principios básicos que la ciencia supone. Cuando un aparato, de los muchos que hoy día debemos utilizar, no nos funciona, jamás lo atribuimos al azar: el carro estará bajo de batería o sin combustible, la pila del reloj se habrá gastado, ha habido una inundación o un cortocircuito, ¿qué habrá pasado para que falte la luz o el agua o lo que sea?. Pero nada ha pasado o dejado de pasar por azar. Ha habido una causa o ha faltado, cuando debía o no debía haber estado. El azar jamás es causa ni razón satisfactoria ni en el orden de las realidades ni en el orden de la racionalidad de una explicación. Al azar sólo se recurre cuando no se sabe lo que pasa o va a pasar y ha ocurrido de hecho. El azar es en el fondo un intento desesperado de manejo racional de lo que se ignoran causas y razones. “Tenemos que hacer algo” porque no sabemos qué hacer y la situación es desesperada. El azar está fuera de la ciencia. Ninguna verdad científica tiene como fundamento ni prueba el azar.

11.- Otro recurso, tal vez este más frecuente, para no admitir como necesaria la existencia de un Dios inteligente, providente y ordenador del universo, es la evolución: La existencia y el orden del universo se explican por un proceso evolutivo de la materia desde los primeros orígenes de una primera explosión (big-bang). Dejamos esto para la siguiente reflexión.

viernes, 11 de septiembre de 2015

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS (XII): NOVENA

Sagrado Corazón De JesúsDía 1: DIVINO CORAZÓN DE JESÚS.
"He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres". Jesús mismo nos da su Corazón. Nos lo ha dado todo. Pero permanezco insensible a sus dones. Me olvido de su amor y busco lo que en el fondo no me llena.
Día 2: DIOS ME AMA.
Jesucristo nos muestra al Padre para que le conozcamos y sepamos que es todo amor. Nuestro Dios es Misericordioso. ¿Cómo correspondo a tanto amor? ¿Amo a Dios con todo el corazón, con todo el ser y entendimiento?
Aunque me olvide de Dios, Él no se olvidará nunca de mi.
Día 3: CONFIANZA EN EL CORAZÓN DE CRISTO.
La fe es la ayuda de nuestra vida. Tan necesaria como el aire y la comida. A veces no la expresamos, nos avergonzamos de ser creyentes, la separamos de nuestra vida y se debilita. Cristo lo arriesgó todo por nosotros ¿Y yo qué estoy dispuesto a ofrecer? Jesús pide tu fe para obrar en ti.
Día 4: LA ORACIÓN.
Los apóstoles pidieron al Señor que les enseñara a rezar. Rezar es mantener fresca la relación con Dios. ¿Cuándo rezo? ¿Cómo es mi comunicación con Él? Apartarse de la oración es apartarse de Dios y escuchar otras voces. Sólo Dios habla desde el corazón al corazón, ahí es donde se hace entender y nos impulsa a actuar desde él.
Día 5: LA VIDA, UN REGALO PARA AMAR.
El Corazón de Jesús nos habla del amor a Dios y a los hermanos. No basta con no odiar, no hacer el mal, no ser egoísta. Cristo nos pide hacer el bien, servir, amar, construir. Mi vida ¿se contenta con no hacer el mal o busca hacer el bien?
El Corazón de Jesús anima, consuela, da esperanza, fortalece, perdona, ofrece,...
Día 6: HUMILDES Y SENCILLOS DE CORAZÓN.
Jesús valoró la humildad y sencillez. Ser y vivir desde la humildad es el fundamento de todas las virtudes. El ejemplo lo tenemos en la Virgen María, Dios se fijó en la humildad de su sierva y ella le dejó actuar. Es entonces cuando Dios hace obras grandes a través nuestro.
Día 7: EL CORAZÓN DE JESÚS EN TU CORAZÓN.
Dios penetra lo más profundo de nuestro ser y nos conoce mejor que nosotros mismos. Ante Él no cabe la mentira o el engaño. Vivir desde la verdad contagia y crea amistad, confianza, seguridad. Vivir la vida con autenticidad construye el Reino del Corazón de Cristo y nos hace portadores de su luz y verdad.
Día 8: POR MARÍA AL CORAZÓN DE JESÚS.
Jesús nos da a su Madre. Por voluntad suya, María se convierte en madre de todos. Sus Gracias nos vienen a través de ella. ¿Cómo amo a la Madre de Jesús? ¿Recurro a ella y le rezo?
Ella es ejemplo de seguimiento al Corazón de Jesús, ejemplo de discípula fiel hasta el final. La llena de Gracia para inundamos de las Gracias de su Hijo.
Día 9: EL SANTÍSIMO SACRAMENTO.
Una dulce palabra sale del sagrario: "Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré". Así habla el Corazón de Dios. Él quiere ser tu fuerza, tu consuelo, tu sentido. Necesitamos alimentamos de Él y beber de la fuente que mana de su Corazón. Desea que vivamos cada día en el Corazón de Jesús. Espera tu respuesta.
ORACIÓN
Corazón de Jesús, llena nuestro mundo de tu amor Tú que, a pesar de las debilidades y egoísmos de los hombres, haces comprender que se ensancha tu Corazón, cuando ves crecer la Civilización del Amor. Haz de nosotros almas generosas que se entreguen por entero a tu proyecto de salvación sobre la humanidad. Sagrado Corazón de Jesús en ti confío. Amén.
PETICIÓN
Sagrado Corazón de Jesús, tú conoces nuestras necesidades e intenciones. Nos has dicho: "pedid y se os dará", lo hago con fe sincera y te confio esta petición... Todo lo espero de tu infinita bondad si es para tu gloría y para nuestro bien. Amén
LETANÍAS
Corazón de Jesús, bondad y amor infinitos. Ruega por nosotros.
Corazón de Jesús, fortaleza de los que sufren. Corazón de Jesús, consuelo de los afligidos.
Corazón de Jesús, digno de toda alabanza.
Corazón de Jesús, salvación de los que en tí esperan. Corazón de Jesús, paciente y lleno de misericordia.
Corazón de Jesús, fuente de vida.

OFRECIMIENTO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESUS
¡Divino Corazón de Jesús! Por medio del Corazón Inmaculado de María, te ofrezco las oraciones, obras y trabajos de este día, para corresponder a tu gran amor. Te presento mi vida entera para que se haga tu voluntad y no la mía. Haz que toda mi persona contribuya a la construcción de tu Reino. Que mi corazón responda a los impulsos de tu Corazón. Tu que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

jueves, 10 de septiembre de 2015

JESÚS DE NAZARET (XII): RELACIÓN DE LA RESURRECCIÓN Y PENTECOSTÉS






Relación de la Resurrección y Pentecostés

La vida nueva que Cristo ha recibido en su cuerpo en la Resurrección es la vida del Espíritu Santo. Recordemos la afirmación de S. Pablo: "Jesús ha sido constituido Hijo de Dios con (pleno) poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos", Rom 1, 4. Las palabras: "según el Espíritu de santidad", han sido entendidas de varias maneras, ya como referencia a la divini­dad de Cristo, ya como designación del Espíritu Santo, ya como el elemento espiritual de la naturaleza humana de Jesús que ha recibido una nueva vida sobrenatural en la glorificación.

De todos modos, parece que la expresión implica una comunicación del Espíritu Santo a través de su glorificación. Es el Espíritu Santo el que, por así decirlo, ha suministrado la substancia de la que se hizo la Resurrección. Aún más significativas son otras declaraciones de S. Pablo sobre el mismo objeto: "fue hecho el primer hombre alma viviente. El último, espíritu que da vida",  l Cor 15, 45.  Aquí se subraya la distinción entre alma y espíritu. El alma es espiritual, lo es por naturaleza, y el primer hombre tenía en sí mismo ese elemento espiritual. Pero por "espíritu vivificante", S. Pablo entiende un elemento espiritual de orden superior; no la espiritualidad a nivel del alma humana, sino la espiritualidad a nivel del Espíritu Santo, espiritualidad comunicada ya al hombre escatológico que es Cristo en orden a vivificar a toda la humanidad. En el mismo sentido, S. Pablo afirma: "El Señor es Espíritu", 2 Cor 3, 17.

Con esto no pretende S. Pablo identificar la persona de Cristo y la persona del Espíritu Santo, sino que quiere decir que desde el punto de vista de la condición, Cristo posee en sí mismo la riqueza y energía del Espíritu Santo. El Señor esta "espiritualizado" en su naturale­za humana; todo el Espíritu, como todo el pleroma divino, se ha concentrado en esa naturaleza humana con el fin de difundirse.

La expresión: "espíritu vivificante", indica que Cristo resucitado comunica su nueva vida en calidad de espíritu. Es vivificante por el Espíritu Santo del que él mismo está penetrado. La efusión de vida será una efusión de Espíritu Santo; Pentecostés es, por lo tanto, complementario de la Resurrección, la culminación hacia la cual tendía la Resurrección, ya que la nueva vida no se le ha otorgado a Cristo sino en orden a una efusión de la misma humanidad para su salvación Se da una continuidad de acción del Espíritu Santo en la Resurrección y en Pentecostés.

La Resurrección tiene por primer autor al Padre, pero el Padre ha resucitado a su Hijo por medio del Espíritu Santo, y desde entonces el Padre nos da la vida de Cristo resucitado por medio del Espíritu Santo: "Si el Espíritu de Aquel (el Padre) que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros. Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros". Rom 8, 11.

Una consecuencia importante será que la Eucaristía, nu­triéndonos con el cuerpo de Cristo y dándonos a beber su sangre, nos dará también como alimento y bebida del Espíritu Santo, pues se trata de un "alimento espiritual" y de "una bebida espiritual", 1 Cor 10, 3-4. El cuerpo glorioso de Cristo nos alimenta a través del Espíritu del que él mismo está henchido.

Otra consecuencia, todavía más general, será la equivalen­cia entre la vida de Cristo y la vida en el Espíritu Santo; entre la justificación o santificación en Cristo y la justifica­ción o santificación en el Espíritu Santo; S. Pablo emplea ambas expresiones como sinónimas. La adhesión a Cristo es unidad de espíritu con El. 1 Cor 6, 17.
P. Ignacio Garro, S.J.

martes, 8 de septiembre de 2015

PRUEBAS DE LA EXISTENCIA DE DIOS (VI): CONOCIMIENTO CIENTÍFICO Y CONOCIMIENTO DE DIOS






I. La confirmación por la ciencia física y química de las pruebas de la existencia de Dios

1.1. - El problema.- Es muy normal decir que la ciencia es experimental y sus conocimientos están probados por la experiencia, que se ha visto y se puede ver. En ciencia no hay que creer nada, ni se prueba nada recurriendo a principios lógicos ni metafísicos. En ciencia se hace el experimento y se ve. Y es sólo de esto de lo que se puede estar cierto. Esta es la respuesta del positivismo. Los conocimientos de la fe (la referencia más normal de los positivistas, aunque no única, es a la moral y la religión) o la metafísica no alcanzan el rango de científicos. Su admisión es libre, según el gusto de cada uno o de cada época o comunidad humana, y no pueden demostrarse.

1.2.- Hay todavía un concepto más restrictivo, aunque no tan popular, de ciencia: en ciencia todo se puede experimentar repetidamente y "medir".

1.3.- No siendo normalmente posible una experiencia de garantía y medible sino en laboratorio, los positivistas consideran que el método inductivo es el único válido. Especulaciones metafísicas y teológicas no valen para probar nada.


2.- El objeto de la física.

2.1.- Cada ciencia trata de saber todo lo que puede sobre algo determinado y preciso. Con eso no afirma ni niega nada sobre otros conocimientos y sobre los objetos y valor de otras ciencias.
2.2.- El objeto de la física y de la química es conocer la naturaleza inanimada (y no toda; pensemos en la astronomía, que es otra ciencia).
2.3.- Dios no es objeto de la física ni de la química. Luego no tienen por qué investigar sobre Dios. Por eso no es de extrañar que no lo descubran.
2.4.- Es muy normal en la investigación científica (especialmente “ciencias humanas”) utilizar conocimientos de otras ciencias; v.g. en la historia, en la medicina, astronomía, etc.
2.5.- La física utiliza también principios y modos de razonar comunes a otras ciencias (Ha hecho uso masivo de las matemáticas y las necesita para progresar).
En la medida en que se valga de ellos con éxito y repetitivamente (una y otra vez) está confirmando su legitimidad y capacidad para la verdad, que de ellos se deriva. Es lo que decimos: La física y la química confirman los argumentos de que se vale la metafísica para probar la existencia de Dios en la medida en que ella misma los utiliza para demostrar la verdad de sus afirmaciones sobre el mundo físico.


3.- El objeto de la Teodicea y de la Teología.


3.1.- El conocimiento de Dios por la mera razón es el objeto de la Teodicea, parte de la Metafísica. El conocimiento de Dios por la Revelación es el objeto de la Teología.
Pero los argumentos de la Teodicea hacen hincapié 1) en el principio metafísico de causalidad, "no hay efecto sin causa eficiente", y 2) sobre el hecho del orden mundano, que necesita de un ser inteligente ordenador.
3.2.- Pues bien la física apoya el valor de las pruebas de la existencia de Dios en cuanto que 1) acepta el principio de razón suficiente y el de causalidad y se basa en ellos; y 2) acepta el orden constante del mundo como un hecho incontrovertible y 3) por fin rechaza el recurso al azar como no válido.


4.- Los principios fundamentales
4.1.- Principio de razón suficiente.
Expresa que toda realidad objetiva (ser subsistente o cualidad) tiene algo (así mismo objetivo, presente en el objeto) que, si es conocido por el entendimiento, da a éste la garantía de ser conocimiento verdadero, es decir que ese conocimiento está afirmando algo que es así y está en el objeto fuera del entendimiento humano.
La verdad del principio la capta el entendimiento espontáneamente: Nada puede ser ni ser así sin haber una realidad objetiva que lo justifique. Así la razón suficiente para establecer el nexo de causalidad entre el accionar del interruptor y el encenderse o apagarse de la luz, está en el hecho de haber sucedido una o varias veces.

4.2.- Principio de causalidad. Se formula de diversas maneras. La manera más apta en física es: No hay efecto sin causa (eficiente).
También capta el entendimiento que si algo nuevo se ha producido, algo o alguien lo ha producido. La nada no obra nada.

4.3.- Orden.
4.3.1.- "Conspiratio plurium in unum" (S.Agustín): Confluencia intentada de varias realidades (seres, actividades, influjos) hacia un efecto.
4.3.2.- En un orden hay pluralidad de elementos, iguales o desiguales. Además están establemente dispuestos según una razón o norma común: Se orientan, se refieren intencionalmente, apuntan todos hacia un objetivo o norte común.
4.3.3.- Clases: Estático y dinámico.a) Orden estático. Los componentes no se mueven: el orden de un edificio, de un texto escrito o de unas ruinas arqueológicas.
b) Orden dinámico: los elementos integrantes actúan, son causas eficientes, activas o pasivas, establemente dispuestas en orden a un determinado efecto a producir en común, v.g. el orden del reloj.
En el orden dinámico los elementos son causas eficientes. El conjunto de ellas produce un efecto; si ese efecto determinado es repetido constantemente, su razón suficiente no puede ser sino el orden establecido por una causa ajena al conjunto e inteligente (que se oriente hacia algo que todavía no existe).
También es un principio que el entendimiento capta inmediatamente.

4.4.- Orden cósmico.
4.4.1.- Por orden cósmico universal entendemos el de los seres anorgánicos todos, no sólo los de nuestra tierra, sino de todos los existentes en el universo y aptos para ser objeto de nuestra experiencia sensible. Se conoce por experiencia.
4.4.2.- Es un orden dinámico, que se mueve manteniéndose ordenado. Constante y uniforme: no se trata de un orden momentáneo, sino permanente. Sus leyes de funcionamiento son constantes y uniformes, de forma que en su virtud se puede obtener un conocimiento más preciso y coherente del conjunto y se pueden explicar y predecir ciertos fenómenos.


5. La ciencia y el principio de causalidad.

5.1.- El principio de causalidad, con el que se demuestra la existencia de Dios, es confirmado por la ciencia físico-química.

La física ha nacido, crecido y vive preguntándose por qué suceden así las cosas. En física no se aceptará nunca: “¿Quién sabe? Algo habrá pasado. Es una pregunta inútil; sucede y basta. Nada ni nadie lo ha provocado; ha sucedido solo sin causa ninguna”.
Esto es igual a interrogarse por las causas eficientes de unos efectos. Cuando capta algo nuevo, sorprendente, busca qué causa eficiente lo ha producido. Por los efectos conoce la naturaleza de las causas. Esta actitud está siempre constante y actuante en la íntima persuasión de todo trabajo del físico. Si los fenómenos físicos pudieran suceder así no más, no tendrían sentido las preguntas. Esto es independiente de que el físico tenga o no conciencia refleja de ello. Se dé cuenta o no, el físico piensa que esto sucede por una causa que trata de identificar y conocer (por los mismos efectos). Así distingue el calor de la electricidad, los ácidos de las bases, etc.
6. La ciencia y el principio de razón suficiente.

6.1.- Indagar la causa eficiente es ya aplicar el principio de razón suficiente. Porque en el caso de los efectos la razón suficiente es la causa eficiente.
6.2.- La construcción de hipótesis científicas. Consiste en idear un modelo de estructura y funcionamiento de la realidad que pueda ser explicación de qué y cómo de algunos fenómenos. Así se ha hecho en los casos de las teorías del magnetismo, de la electricidad, de la atracción universal de los cuerpos, de la física molecular o atómica, de la relatividad, del mismo heliocentrismo. Las leyes particulares y los casos concretos serían aplicaciones del modelo. El modelo se intuye intelectualmente como posible explicación. Se formula con precisión y, si es posible, de forma matemática. Se le llama "hipótesis" (supuesto, en griego), porque no se está seguro todavía de su verdad, pero se va a trabajar con él como si lo fuera. De la hipótesis se deducen consecuencias necesarias, aún no experimentadas, y se predicen hechos. Si las predicciones se hacen realidad, si las deducciones se confirman experimentalmente, si los nuevos descubrimientos están en coordinación con los supuestos de la hipótesis, ésta va aumentando su probabilidad y puede alcanzar la certeza. La construcción de una hipótesis no es sino la búsqueda de una razón suficiente que dé razón de un conjunto de hechos y los encuadre en unidad coherente.
6.3.- Caso concreto de la teoría atómica. Nadie ha visto los átomos, ni siquiera al microscopio. Lo que Dalton tenía ante los ojos eran las leyes de los pesos, de las proporciones definidas y de las proporciones múltiples. Buscando el porqué intuyó la teoría atómica de la materia, de modo que de la constitución atómica de la materia se deduzcan lógicamente las reacciones químicas según aquellas leyes ponderales.
[Ley de los pesos dice que, cuando varios cuerpos reaccionan químicamente y se forman otros distintos, el peso total antes y después permanece el mismo.
De proporciones definidas: Cuando varios cuerpos se combinan para formar un compuesto, lo hacen siempre en proporción fija: por ejemplo, el oxígeno y el hidrógeno para formar agua se combinan en pesos en proporción de 8 a 1.
De proporciones múltiples: Cuando dos elementos se combinan para formar compuestos diferentes, lo hacen siempre en proporciones de números enteros y sencillos. Así 28g. de nitrógeno se combinan con 16g. de oxígeno para formar un compuesto, 28g. de nitrógeno con 32g.(2x16) de oxígeno para formar otro, 28g. de nitrógeno con 48g.(3x16) de oxígeno para otro y 64g.(4x16) de oxígeno para otro y con 80g.(5x16) para otro]
Supuesta la estructura atómica, pueden deducirse otras cosas (nuevos elementos, reacciones y métodos para obtener cuerpos nuevos y otros ya conocidos). Al multiplicarse el número de casos en que la experiencia confirma el resultado deducido previamente de la premisa de la constitución atómica de la materia, va aumentando el grado de validez de la premisa (teoría) de que se parte. En este proceso se aplican los principios de razón suficiente, causalidad.
6.4. La historia tiene como objeto la constatación y sistematización de eventos y realizaciones humanas del pasado, colectivas e individuales, estudiando sus mutuas influencias. Los métodos de investigación histórica suponen la repetida aplicación de los principios de razón suficiente, causalidad y finalidad y también eventualmente de otras ciencias. Los hechos históricos ya no existen, no son de experiencia. Mensurabilidad y formulaciones matemáticas carecen de sentido en la ciencia histórica. Restos y testimonios en bruto no prueban nada, sino que su valor debe someterse al análisis de la razón y a la prueba de la coherencia con otros. Todo el trabajo del historiador se resume en la búsqueda de la razón suficiente del conjunto de datos, restos y documentos que le han llegado del pasado.


7. La ciencia y la realidad del orden cósmico
7.1.- Respecto al orden cósmico toda la física supone y ha supuesto siempre que es universal y constante (en esta tierra y en todos los seres y galaxias que ha podido conocer). Los éxitos de los vuelos espaciales son una confirmación exitosa de este supuesto.
7.2- Suponiendo tal orden, ha descubierto infinidad de leyes físicas, ha predicho acontecimientos, ha inventado técnicas nuevas (la civilización y el progreso humano no existirían sin ese supuesto). Los avances científicos de la ley de gravitación de Newton, de la constitución molecular y atómica de los cuerpos, del campo electromagnético de Maxwell, de la relatividad de Einstein, de la mecánica cuántica de De Broglie, etc. se han logrado gracias a la convicción de ese orden universal y constante.
7.3. El azar. En cuanto al azar el físico nunca recurre a él como causa de ningún fenómeno, sino que siempre investiga la causa y la ley que lo puede regir. Se puede afirmar que el azar no es magnitud científica.
7.4.- Nota sobre el principio de indeterminación de Heisenberg (premio Nobel de 1932).
Heisenberg demostró que es imposible determinar exacta y simultáneamente la posición y el impulso de un ente microfísico concreto, v.g. un electrón. Siempre hay un intervalo de error en las medidas físicas.
La práctica imposibilidad de medidas precisas era conocida en física e ingeniería. La causa estaba en la imperfección de los aparatos de medida.
Pero Heisenberg demostró que además hay una causa en la naturaleza que hace imposible medir con exactitud dos cosas a la vez: el lugar en que en un momento dado está un electrón y la velocidad con que se mueve. Además demostró que la precisión que teóricamente (suponiendo aparatos que dieran la medida exacta) pueda alcanzarse en la medida de una de las dos magnitudes, hace forzosamente mayor la imprecisión o probabilidad de error en la otra: Cuanto más se afina en localizar la posición, más posibilidad de error en el dato conseguido al medir la velocidad. Heisenberg demostró también que, en esta precisión teórica máxima, el producto de las dos posibilidades de error (de la posición y de la cantidad de movimiento) es igual a una cantidad constante (la constante de Planck).

Notemos también que, cuando un ingeniero o un físico miden algo con un aparato y dan la medida matemática del ámbito de error o de incertidumbre, no están diciendo que la medida real esté variando ni que no sea exacta. Lo que dicen es que su propio conocimiento de la medida es el inexacto. Es una indeterminación cognoscitiva no real, resultante de la imprecisión de los aparatos de medida.

En el caso del indeterminismo de Heisenberg se trata también de un indeterminismo cognoscitivo, no real. El electrón tiene un lugar y una cantidad de movimiento exactos, pero yo no lo puedo conocer en su exactitud. La incertidumbre es a nivel de conocimiento, no de realidad; pero no es debida a la deficiencia técnica de los aparatos de medida, sino a la misma estructura de la naturaleza de los cuerpos.

No demostración, sino ilustración del principio de indeterminación de Heisenberg es la siguiente: Para lograr localizar el lugar donde se encuentra un electrón en un momento dado, se le envía un haz de fotones de luz. Pero, dadas las pequeñísimas medidas del electrón, éste es afectado por el choque del fotón y su posición y movimiento son alterados, sin que se pueda conocer con precisión total cuáles eran.

8.- Breve presentación de las pruebas de la existencia de Dios.

8.1.- Existen seres que han comenzado a existir. El filósofo (y todo hombre puede serlo y lo es en cierto grado) es natural y tiene derecho a preguntarse por qué razón existen de hecho esos seres y, en general, el mundo. La nada no hace nada. Ningún ser ha surgido sin más a la existencia. Otro ser lo ha hecho. La pretensión de recurrir al cansancio del infinito recorrer sin final de eslabones en la cadena no vale. Porque se sabe, por ejemplo, que en el infinito de los números primos no se encontrará otro número par distinto del 2 y no hace falta recorrerlos todos. De estas cosas hay muchas en matemáticas. En un infinito de seres hechos no se encuentra la razón suficiente, algo que justifique el que un solo ser contingente exista.
Para salir de esta aporía (porque lo es existir y no tener razón alguna para ello) no hay más remedio que aceptar la existencia de un ser necesario, es decir esencialmente diferente a los demás, que no existe porque ha sido hecho, sino que es distinto por naturaleza, no es contingente, es necesario. A este ser lo llamamos Dios. De una manera más o menos clara la inmensa mayoría de los humanos han llegado al conocimiento de ese Dios. Tal vez con errores, pero llegaron a la verdad fundamental. Así los incas y los anteriores, así Aristóteles, que era un gran experimentalista, pero también muy lógico.

8.2.- Existe un orden complicadísimo y constante en el universo. La razón suficiente no está en cada uno de los seres sino fuera de ellos, en causa ajena e inteligente (que es la única que puede intentar y ver lo que aun no existe). Tal causa será Dios, el ser necesario, o un ser creado, que necesitaría haber sido creado (se vuelve al argumento anterior). Este argumento resalta más la inteligencia y la providencia de Dios.

viernes, 4 de septiembre de 2015

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS (XI): REFLEXIONES DE SAN JUAN PABLO II SOBRE LAS LETANÍAS DEL 28 AL 33

28. Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra


JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 27 de agosto de 1989




28. Vigésima octava Letanía:Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra, ten piedad de nosotros

«Cor Iesu, vita et resurrectio nostra»
Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra

1. Esta invocación de las letanías del Sagrado Corazón, fuerte y convencida como un acto de fe, encierra en una frase lapidaria todo el misterio de Cristo Redentor; nos recuerda las palabras dirigidas por Jesús a Marta, afligida por la muerte de su hermano Lázaro: "Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá" (Jn 11, 25).

Jesús es la vida que brota eternamente de la divina fuente del Padre: "En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios... En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres" (Jn 1, 1.4).

Jesús es vida en Sí mismo: "Como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en sí mismo" (Jn 5, 26). En el íntimo ser de Cristo, en su Corazón, la vida divina y la vida humana se unen armónicamente, en plena e inseparable unidad.

Pero Jesús es también vida para nosotros. "Dar la vida" es el objetivo de la misión que Él, Buen Pastor, recibió del Padre: "Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Jn 10, 10).

2. Jesús es también la resurrección. Nada es tan radicalmente contrario a la santidad de Cristo ―el Santo del Señor (cf. Lc 1, 35; Mc 1, 24)― como el pecado; nada es tan opuesto a Él, fuente de vida, como la muerte.

Un vínculo misterioso une pecado y muerte (cf. Sb 2, 24; Rm 5, 12; 6, 23 etc.): ambas son realidades esencialmente contrarias al proyecto de Dios sobre el hombre, que no fue hecho para la muerte, sino para la vida. Ante toda expresión de muerte, el Corazón de Cristo se conmovió profundamente, y por amor al Padre y a los hombres, sus hermanos, hizo de su vida un "prodigioso duelo" contra la muerte (Misal Romano, Secuencia de Pascua): con una palabra restituyó la vida física a Lázaro, al hijo de la viuda de Naín, a la hija de Jairo; con la fuerza de su amor misericordioso devolvió la vida espiritual a Zaqueo, a María Magdalena, a la adúltera y a cuantos supieron reconocer su presencia salvadora.

3. Hermanos y hermanas: Nadie como María ha experimentado que el Corazón de Jesús es "vida y resurrección":

De Él, vida, María recibió la vida de la gracia original y, en la escucha de su palabra y en la observación atenta de sus gestos salvíficos, pudo custodiarla y nutrirla.

Por Él, resurrección, Ella fue asociada de modo singular a la victoria sobre la muerte: el misterio de su Asunción en cuerpo y alma al cielo es el consolador documento de que la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte se prolonga en los miembro de su Cuerpo Místico, y, como primero entre todos, en María, "miembro excelentísimo" de la Iglesia (Lumen gentium, 53).

Glorificada en el cielo, la Virgen está, con su corazón de Madre, al servicio de la redención obrada por Cristo. "Madre de la vida", está cerca de toda mujer que da a luz un hijo; está al lado de toda fuente bautismal donde, por el agua y por Espíritu (cf. Jn 3, 5) nacen los miembros de Cristo; "Salud de los enfermos", está donde la vida se consume afectada por el dolor y la enfermedad; "Madre de misericordia", Ella llama a quien ha caído bajo el peso de la culpa para que vuelva a las fuentes de la vida; "Refugio de pecadores", señala a quienes se habían alejado de Él, el camino que conduce a Cristo: "Virgen dolorosa" junto al Hijo que muere (cf. Jn 19, 25), Ella está donde la vida se apaga.

Invoquémosla con la Iglesia "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte".


29. Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra.


JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 3 de septiembre de 1989



29. Vigésima novena Letanía:Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra, ten piedad de nosotros.

«Cor Iesu, pax et reconciliatio nostra».
«Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra, ten piedad de nosotros».

1. Queridos hermanos y hermanas:

Rezando con fe esta hermosa invocación de las letanías del Sagrado Corazón, un sentimiento de confianza y de seguridad se difunde en nuestro espíritu: Jesús es de verdad nuestra paz, nuestra suprema reconciliación.

Jesús es nuestra paz. Es bien conocido el significado bíblico del término "paz": indica, en síntesis, la suma de los bienes que Jesús, el Mesías, ha traído a los hombres. Por esto, el don de la paz marca el inicio de su misión sobre la tierra, acompaña su desarrollo y constituye su coronamiento. "Paz" cantan los ángeles junto al pesebre del recién nacido "Príncipe de la Paz" (cf. Lc 2, 14; Is 9, 5). " Paz" es el deseo que brota del Corazón de Cristo, conmovido ante la miseria del hombre enfermo en el cuerpo (cf. Lc 8, 48) o en el espíritu (cf. Lc 7, 50). "Paz" es el saludo luminoso del Resucitado a sus discípulos (cf. Lc 24, 36; Jn 20, 19. 26), que Él, en el momento de dejar esta tierra, confía a la acción del Espíritu, manantial de "amor, alegría, paz" (Ga 5, 22).

2. Jesús es, al mismo tiempo, nuestra reconciliación. Como consecuencia del pecado se produjo una profunda y misteriosa fractura entre Dios, el Creador, y el hombre, su creatura. Toda la historia de la salvación no es más que la narración admirable de las intervenciones de Dios en favor del hombre a fin de que éste, en la libertad y en el amor, vuelva a Él; a fin de que a la situación de fractura suceda una situación de reconciliación y de amistad, de comunión y de paz.

En el Corazón de Cristo, lleno de amor hacia el Padre y hacia los hombres, sus hermanos, tuvo lugar la perfecta reconciliación entre el cielo y la tierra: "Fuimos reconciliados con Dios ―dice el Apóstol― por la muerte de su Hijo" (Rm 5, 10).

Quien quiera hacer la experiencia de la reconciliación y de la paz, debe acoger la invitación del Señor y acudir a Él (cf. Mt 11, 28). En su Corazón encontrará paz y descanso; allí, su duda se transformará en certidumbre; el ansia, en quietud; la tristeza, en gozo; la turbación, en serenidad. Allí encontrará alivio al dolor, valor para superar el miedo, generosidad para no rendirse al envilecimiento y para volver a tomar el camino de la esperanza.

3. El Corazón de la Madre es en todo semejante al Corazón del Hijo. También la Bienaventurada Virgen es para la Iglesia una presencia de paz y de reconciliación: ¿No es Ella quien, por medio del ángel Gabriel, recibió el mayor mensaje de reconciliación y de paz que Dios haya jamás enviado al género humano? (cf. Lc 1, 26-38).

María dio a luz a Aquel que es nuestra reconciliación; Ella estaba al pie de la cruz cuando, en la sangre del Hijo Dios reconcilió "con Él todas las cosas" (Col 1, 20); ahora, glorificada en el cielo tiene ―como recuerda una plegaria litúrgica― "un corazón lleno de misericordia hacia los pecadores, que, volviendo la mirada a su caridad materna, en Ella se refugian e imploran el perdón" de Dios (cf. Misal, Prefacio De Beata Maria Virgine).

Que María, Reina de la Paz, nos obtenga de Cristo el don mesiánico de la paz y la gracia de la reconciliación, plena y perenne, con Dios y con los hermanos. Por esto la imploramos.

30. Corazón de Jesús, víctima de los pecadores


JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 10 de septiembre de 1989



30. Trigésima Letanía:Corazón de Jesús, víctima de los pecadores, ten piedad de nosotros.

«Cor Iesu, victima peccatorum».
«Corazón de Jesús, víctima de los pecadores».

1. Muy queridos hermanos y hermanas:

Esta invocación de las letanías del Sagrado Corazón nos recuerda que Jesús, según la palabra del Apóstol Pablo, "fue entregado por nuestros pecados" (Rm 4, 25); pues, aunque Él no había cometido pecado, "Dios le hizo pecado por nosotros" (2 Co 5, 21). Sobre el Corazón de Cristogravó, enorme, el peso del pecado del mundo.

En Él se cumplió de modo perfecto la figura del "cordero pascual", víctima ofrecida a Dios para que en el signo de su sangre fuesen librados de la muerte los primogénitos de los hebreos (cf. Ex12, 21-27). Por tanto, justamente Juan Bautista reconoció en Él al verdadero "cordero de Dios" (Jn 1, 29): cordero inocente, que había tomado sobre sí el pecado del mundo para sumergirlo en las aguas saludables del Jordán (cf. Mt 3, 13-16 y paralelos); cordero manso, "al degüello era llevado, y como oveja que ante los que la trasquilan está muda" (Is 53, 7), para que por su divino silencio quedase confundida la palabra soberbia de los hombres inicuos.

Jesús es víctima voluntaria, porque se ofreció "libremente a su pasión (Misal Romano, Plegaria eucarística II), como víctima de expiación por los pecados de los hombres (cf. Lv 1, 4; Hb 10, 5-10) que consumió en el fuego de su amor.

2. Jesús es víctima eterna. Resucitado de la muerte y glorificado a la derecha del Padre, Élconserva en su cuerpo inmortal las señales de las llagas de las manos y de los pies taladrados, del costado traspasado (cf. Jn 20, 27; Lc 24, 39-40) y los presenta al Padre en su incesante plegaria de intercesión a favor nuestro (cf. Hb 7, 25; Rm 8, 34).

La admirable Secuencia de la Misa de Pascua, recordando este dato de nuestra fe, exhorta:
"A la víctima pascual
elevemos hoy el sacrificio de alabanza.
El cordero ha redimido a su grey.
El inocente nos ha reconciliado a nosotros pecadores con el Padre"
(Secuencia Victimae Paschali, estrofa 1).
Y el prefacio de esa misma solemnidad proclama: Cristo es "el verdadero cordero que quitó el pecado del mundo, muriendo destruyó nuestra muerte, y resucitando restauró la vida".

3. Hermanos y hermanas: En esta hora de la plegaria mariana hemos contemplado el Corazón de Jesús víctima de nuestros pecados; pero antes que todos y más profundamente que todos lo contempló su Madre dolorosa, de la que la liturgia canta: "Por los pecados del pueblo Ella vio a Jesús en los tormentos del duro suplicio" (Secuencia Stabat Mater, estrofa 7).

En la proximidad de la memoria litúrgica de la Bienaventurada Virgen María Dolorosa, recordemos esta presencia intrépida e intercesora de la Virgen bajo la cruz del Calvario, y pensemos con inmensa gratitud que, en aquel momento, Cristo, que estaba para morir, víctima de los pecados del mundo, nos la confió como Madre: "Ahí tienes a tu Madre" (Jn 19, 27).

Confiemos a María nuestra plegaria, mientras decimos a su Hijo Jesús:

Corazón de Jesús,
víctima de nuestros pecados,
acoge nuestra alabanza,
la gratitud perenne,
el arrepentimiento sincero.
Ten piedad de nosotros
hoy y siempre. Amén.

31. Corazón de Jesús, salvación de los que en Ti esperan


JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 17 de septiembre de 1989


31. Trigésima primera Letanía:Corazón de Jesús, salvación de los que en Ti esperan, ten piedad de nosotros.

«Corazón de Jesús, salvación de los que en ti esperan, ten piedad de nosotros».

1. A esta hora del Ángelus detengámonos durante algunos instantes para reflexionar sobre esa invocación de las letanías del Sagrado Corazón que dice: "Corazón de Jesús, salvación de los que en ti esperan, ten piedad de nosotros".

En la Sagrada Escritura aparece constantemente la afirmación según la cual el Señor es "un Dios que salva" (cf. Ex 15, 2; Sal 51, 16; 79, 9; Is 46, 13) y la salvación es un don gratuito de su amor y de su misericordia. El Apóstol Pablo, en un texto de alto valor doctrinal, afirma incisivamente: Dios "quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad" (1 Tm 2, 4; cf. 4, 10).

Esta voluntad salvífica, que se ha manifestado en tantas intervenciones admirables de Dios en la historia, ha alcanzado su culmen en Jesús de Nazaret, Verbo Encarnado, Hijo de Dios e Hijo de María, pues en Él se ha cumplido con plenitud la palabra dirigida por el Señor a su "Siervo": "Te voy a poner por luz de las gentes, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra" (Is49, 6; cf. Lc 2, 32).

2. Jesús es la epifanía del amor salvífico del Padre (cf. Tt 2, 11; 3, 4). Cuando Simeón tomó en sus brazos al niño Jesús, exclamó: "han visto mis ojos tu salvación" (Lc 2, 30).

En efecto, en Jesús todo está en función de su misión de Salvador: el nombre que lleva ("Jesús" significa "Dios salva"), las palabras que pronuncia, las acciones que realiza y los sacramentos que instituye.

Jesús es plenamente consciente de la misión que el Padre le ha confiado: "el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido" (Lc 19, 10). De su corazón, es decir, del núcleo más íntimo de su ser, brota ese celo por la salvación del hombre que lo impulsa a subir, como manso cordero, al monte del Calvario, a extender sus brazos en la cruz y a "dar su vida como rescate por muchos" (Mc 10, 45).

3. En el Corazón de Cristo podemos, por tanto, colocar nuestra esperanza. Ese Corazón ―dice la invocación― es salvación "para los que esperan en Él". El Señor mismo que, la víspera de su pasión, pidió a los Apóstoles que tuvieran confianza en Él ―"No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios; creed también en mí" (Jn 14, 1)― hoy nos pide a nosotros que confiemos plenamente en Él: nos lo pide porque nos ama; porque, para nuestra salvación, tiene su Corazón traspasado y sus pies y manos perforados. Quien confía en Cristo y cree en el poder de su amor renueva en sí la experiencia de María Magdalena, como nos la presenta la liturgia pascual: "Cristo, esperanza mía,ha resucitado" (Domingo de Pascua, Secuencia).
¡Refugiémonos, por consiguiente, en el Corazón de Cristo! Él nos ofrece una palabra que no pasa (cf. Mt 24, 25), un amor que no desfallece, una amistad que no se resquebraja, una presencia que no cesa (cf. Mt 28, 20).

Que la Bienaventurada Virgen, "que acogió en su corazón inmaculado al Verbo de Dios y mereció concebirlo en su seno virginal" (cf. Prefacio de la Misa votiva: de la Bienaventurada Virgen María Madre de la Iglesia) nos enseñe a poner en el corazón de su Hijo nuestra total esperanza, con la certeza de que ésta no quedará defraudada.

32. Corazón de Jesús, esperanza de los que en ti mueren


JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 5 de noviembre de 1989



32. Trigésima segunda Letanía:Corazón de Jesús, esperanza de los que en ti mueren, ten piedad de nosotros.

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. La reciente conmemoración de todos los fieles difuntos nos invita hoy a contemplar, bajo una luz de fe y de esperanza, la muerte del cristiano, para la que las Letanías del Sagrado Corazón ―objeto de nuestras reflexiones en anteriores encuentros dominicales― nos ponen en los labios la invocación: "Corazón de Jesús, esperanza de los que en ti mueren, ten piedad de nosotros".

La muerte forma parte de la condición humana; es el momento terminal de la fase histórica de la vida. En la concepción cristiana, la muerte es un paso: de la luz creada a la luz increada, de la vida temporal a la vida eterna.

Ahora bien, si el Corazón de Cristo es la fuente de la que el cristiano recibe luz y energía para vivir como hijo de Dios, ¿a qué otra fuente se dirigirá para sacar la fuerza necesaria para morir de modo coherente con su fe? Como "vive en Cristo", así no puede menos de "morir en Cristo".

La invocación de las letanías recoge la experiencia cristiana ante el acontecimiento de la muerte: el Corazón de Cristo, su amor y su misericordia, son esperanza y seguridad para quien muere en Él.

2. Pero conviene que nos detengamos un momento a preguntarnos: ¿Qué significa "morir en Cristo"? Significa ante todo, amadísimos hermanos y hermanas, leer el evento desgarrador y misterioso de la muerte a la luz de la enseñanza del Hijo de Dios y verlo, por ello, como el momento de la partida hacia la casa del Padre, donde Jesús, pasando también Él a través de la muerte, ha ido a prepararnos un lugar (cf. Jn 14, 2); es decir significa creer que, a pesar de la destrucción de nuestro cuerpo, la muerte es premisa de vida y de fruto abundante (cf. Jn 12, 24).

"Morir en Cristo" significa, además, confiar en Cristo y abandonarse totalmente a Él, poniendo en sus manos de hermano, de amigo, de buen Pastor― el propio destino, así como Él, muriendo, puso su espíritu en las manos del Padre (cf. Lc 23, 46). Significa cerrar los ojos a la luz de este mundo en la paz, en la amistad, en la comunión con Jesús, porque nada, "ni la muerte ni la vida... podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro" (Rm 8, 38-39). En aquella hora suprema, el cristiano sabe que, aunque el corazón le reproche algunas culpas, el Corazón de Cristo es más grande que el suyo y puede borrar toda su deuda si él está arrepentido (cf. 1 Jn 3, 20).

3. "Morir en Cristo" significa también, queridos hermanos y hermanas, fortificarse para aquel momento decisivo con los "signos santos" del "paso pascual": el sacramento de la Penitencia, que nos reconcilia con el Padre y con todas las creaturas; el santo Viático, Pan de vida y medicina de inmortalidad; y la Unción de los enfermos, que da vigor al cuerpo y al espíritu para el combate supremo.

"Morir en Cristo" significa, finalmente, "morir como Cristo" orando y perdonando; teniendo junto a sí a la bienaventurada Virgen. Como madre, Ella estuvo junto a la cruz de su Hijo (cf. Jn 19, 25); como madre está al lado de sus hijos moribundos, Ella que, con el sacrificio de su corazón, cooperó a engendrarlos a la vida de la gracia (cf. Lumen gentium, 53); está al lado de ellos, presencia compasiva y materna, para que del sufrimiento de la muerte nazcan a la vida de la gloria.

33. Corazón de Jesús, delicia de todos los santos


JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 12 de noviembre de 1989



33. Trigésima tercera Letanía: Corazón de Jesús, delicia de todos los santos, ten piedad de nosotros.

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. La Iglesia se alegra hoy por la glorificación de dos de sus hijos: Inés de Bohemia y Alberto Chmielowski. Estos dos santos se van a añadir a aquella "muchedumbre inmensa" que la liturgia nos ha invitado a contemplar en la reciente solemnidad de Todos los Santos. Ante un espectáculo tan exaltante sube espontáneamente a los labios la invocación de las letanías: "Corazón de Jesús, gozo de todos los santos, ten piedad de nosotros".

De la esperanza al cumplimiento, del deseo a la realización, de la tierra al cielo: este parece ser, amadísimos hermanos y hermanas; el ritmo según el cual suceden las tres últimas invocaciones de las letanías del Sagrado Corazón. Tras las invocaciones "salvación de los que en ti esperan", y "esperanza de los que en ti mueren", las letanías concluyen dirigiéndose al Corazón de Jesús como "gozo de todos los santos". Es ya visión de paraíso: es anotación veloz acerca de la vida del cielo; es palabra breve que abre horizontes infinitos de bienaventuranza eterna.

2. Sobre esta tierra el discípulo de Jesús vive en la espera de alcanzar a su Maestro, en el deseo de contemplar su rostro, en la aspiración ardiente de vivir siempre con él. En el cielo, en cambio, cumplida la espera, el discípulo ya ha entrado en el gozo de su Señor (cf. Mt 25, 21. 23); contempla el rostro de su Maestro, ya no transfigurado durante un solo instante (cf. Mt 17, 2; Mc9, 2; Lc 9, 28), sino resplandeciente para siempre con el fulgor de la eterna luz (cf. Hb 1, 3); vive con Jesús y de la misma vida de Jesús.

La vida del cielo no es más que la fruición perfecta, indefectible e intensa, del amor de Dios -Padre, Hijo y Espíritu Santo- y no es más que la revelación total del ser íntimo de Cristo, y la comunicación plena de la vida y del amor que brotan de su Corazón. En el cielo los bienaventurados ven satisfecho todo deseo, cumplida toda profecía, aplacada toda sed de felicidad, y colmada toda aspiración.

3. Por eso el Corazón de Cristo es la fuente de la vida de amor de los santos: en Cristo y por medio de Cristo los bienaventurados del cielo son amados por el Padre, que los une a Sí con el vínculo del Espíritu, divino Amor; en Cristo y por medio de Cristo, ellos aman al Padre y a los hombres, sus hermanos, con el amor del Espíritu.

El Corazón de Cristo es el espacio vital de los bienaventurados: el lugar donde ellos permanecen en el amor (cf. Jn 15, 9), sacando de él gozo perenne y sin límite. La sed infinita de amor, misteriosa sed que Dios ha puesto en el corazón humano, se apaga en el Corazón divino de Cristo.

Allí se manifiesta en plenitud el amor del Redentor hacia los hombres, necesitados de salvación; del Maestro hacia los discípulos, sedientos de verdad: del Amigo que anula las distancias y eleva a los siervos a la condición de amigos, para siempre, en todo. El intenso deseo, que sobre la tierra se manifestaba en la súplica "Ven, Señor Jesús" (Ap 22, 20), ahora, en el cielo, se transforma en visión cara a cara, en posesión tranquila, en fusión de vida: de Cristo en los bienaventurados y de los bienaventurados en Cristo.

Elevando hacia ellos la mirada del alma y contemplándolos en torno a Cristo juntamente con su Reina, la Virgen Santísima, nosotros repetimos hoy, con firme esperanza, la alegre invocación: "¡Corazón de Jesús, gozo de todos los santos, ten piedad de nosotros!".