«¡Padre, en tus manos entrego mi Espíritu!»
Gloria de su Gloria, Dios de Dios,
de siempre igual a El,
Tú has venido del Padre.
Y ahora al Padre vuelves
desde nosotros, igual a nosotros,
Dios y Hombre para siempre.
En el seno del Espíritu
el Padre te acoge, Hijo Bienamado,
Amén de su Amor ya satisfecho.
La Muerte ha sucumbido en tu Muerte
como un fantasma inútil, para siempre.
Y en tus Manos reposan nuestras vidas,
vencedoras de la muerte, a su hora.
En tu Paz descansa esperanzada
nuestra agitada paz.
Descansa en Paz, por fin,
en la Paz del Padre, eterna,
Tú que eres ¡nuestra Paz!
Cristo de la Redención, Iglesia de María Auxiliadora (Salesianos) de Granada
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