SALMO 7
1. [v. 1] Salmo de David, que cantó al Señor porlas palabras de Cusi, hijo de Jémini. La historia en que se basa el argumento de esta profecía puede verse en el libro segundo de los Reyes. Aparece aquí la figura de Cusi, amigo del rey David, pasándose al bando de los partidarios de Absalón, hijo de David, que había declarado la guerra a su propio padre. Cusi se dedicaba al espionaje y a transmitir información de cuanto, con el asesoramiento de Ajitófel, tramaba Absalón contra su padre. Ajitófel había roto su lealtad y amistad con David, y orientaba, según le era factible, con sus consejos al hijo contra el padre. Al comentar este salmo no vamos a detenernos en el relato puramente histórico de donde tomó el profeta el velo de los misterios. Si realmente nos hemos pasado a Cristo, que se descorra el velo. En primer término, vamos a analizar el significado etimológico de los nombres de estos personajes. No han faltado intérpretes que, examinando a fondo estos nombres, no en sentido carnal, o sea, literal, sino en sentido espiritual, han venido a detallarnos que Cusi significa silencio; Jémini, diestro; Ajitófel, ruina del hermano. Tras hacer estas interpretaciones etimológicas, vuelve a surgir ante nosotros la figura de Judas el traidor. Absalón viene a ser imagen suya en cuanto que su nombre significa paz del padre, aunque de hecho quien tenía paz con él era su propio padre. Por su parte Absalón, con su falsía y mala fe, llevaba la guerra en el corazón. De esto ya hemos hablado al comentar el salmo 3. Por otra parte, en el evangelio los discípulos de Cristo reciben el nombre y título de hijos. El mismo evangelio les da también el apelativo de hermanos. En efecto, al resucitar dice el Señor: Ve y di a mis hermanos. Incluso el Apóstol le llama primogénito entre muchos hermanos. Según esto, la ruina del discípulo que le traicionó se interpreta cabalmente como ruina del hermano. Como ya dijimos, ese es el significado etimológicode Ajitófel. Por lo que respecta a Cusi, que significa silencio, una buena interpretación es decir que nuestro Señor luchó contra aquella falsía con su silencio, es decir, con el altísimo secreto con que se llevó a cabo la ceguera parcial de Israel cuando perseguían al Señor, para que se colara de rondón la plenitud de las naciones y de esta manera se salvara la totalidad de Israel. Cuando el Apóstol recaló en este profundo secreto y en este hondo silencio, dijo como paralizado por el vértigo: ¡Oh abismo de riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos! Pues, ¿quién conoció la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? Al hablar así, más que franquearnos con su exposición las puertas de este gran silencio, lo que hace es recomendárnoslo por lo fascinante que es. Al ocultar el Señor con este silencio el secreto de su venerable pasión, canaliza dentro de los cauces de su misericordia y de su providencia la ruina voluntaria del hermano, es decir, el crimen nefando de quien le traicionó. De este modo, lo que aquel hacía con su mente estragada para exterminio de un solo hombre, éste lo realiza con su gerencia previsora para la salvación de la totalidad de los hombres. Es, pues, el alma perfecta, digna ya de conocer el secreto de Dios, la que canta al Señor en este salmo. Canta por las palabras de Cusi, porque mereció conocer las palabras de aquel silencio. Entre los no creyentes y perseguidores reina aquel silencio y secreto. Pero entre los suyos, entre aquellos a quienes van dirigidas las palabras: Ya no os llamo siervos, porque un siervo no está al corriente de lo que hace su amo. Os he llamado amigos porque os he notificado todo lo que he oído a mi Padre; entre sus amigos, pues, no existe el silencio, sino las palabras del silencio, es decir, una exposición razonada y clara de aquel silencio. Este silencio, es decir, Cusi, es hijo de Jémini, o sea, del diestro. No era cuestión de ocultar a los santos lo que se había hecho a favor de ellos. Dice, no obstante: Que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha. Así pues, es el alma perfecta en la profecía la que canta. A ella se le ha manifestado el secreto por las palabras de Cusi, es decir, por el conocimiento de su secreto personal. Este secreto se lo ha gestionado la mano diestra de Dios, colmándole de favores y siendo benévolo con él. Por eso este silencio recibe el apelativo de hijo del diestro, que es Cusi, hijo de Jémini.
2. [v. 2-3] Señor, Dios mío, en ti he esperado, sálvame de todos mis perseguidores y líbrame. Refleja en cierto modo la actitud de quien, por ser ya perfecto, después de haber salido indemne de todas las escaramuzas y contratiempos de los vicios, sólo le resta la envidia del diablo, y dice: Sálvame de todos mis perseguidores y líbrame. No sea que, como un león, arrebate mi alma. Dice un apóstol: Vuestro adversario el diablo, como un león, ronda buscando a quien devorar. Ahora bien, de la expresión en plural: sálvame de todos mis perseguidores, pasa acto seguido al singular: No sea, como un león, arrebate mi alma. En efecto, no dice: no sea que arrebaten, consciente de quién es el enemigo al que se enfrenta, un adversario irreductible del alma perfecta. Al no haber quien rescate ni ponga a salvo, es decir, no sea que él me arrebate al no acudir tú a mi rescate y liberación. Si Dios no rescata ni pone a salvo, él arrebata.
3. [v. 4-5] Y para que veas con claridad que la que así se expresa es un alma perfecta a quien sólo le resta armarse de cautela ante las estratagemas fraudulentas del diablo, fíjate en el texto que sigue: Señor Dios mío, si he hecho esto. ¿A qué se refiere cuando dice esto? Al no expresar concretamente el pecado, ¿se refiere al pecado en general? Si no nos satisface esta interpretación, admitamos lo que acto seguido dice, como si le sometiéramos a un interrogatorio: ¿Qué es lo que tratas de decir con la expresión esto? Respuesta: Si hay maldad en mis manos. Por consiguiente, es claro que habla de toda clase de pecados: Si he devuelto males a los que me pagaban con males. Esta expresión sólo puede salir de la boca de quien es perfecto. Es el Señor en persona el que habla así: Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre del cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia sobre justos e injustos. Según esto, quien no responde al mal con el mal es porque es perfecto. Consiguientemente, cuando un alma perfecta ora por las palabras de Cusi, hijo de Jémini, es decir, por el conocimiento de aquel secreto y silencio que el Señor, benévolo y misericordioso con nosotros, ha realizado en pro de nuestra salvación, sufriendo y aguantando con toda paciencia la mala fe del traidor, que él le diga a esta alma perfecta, exponiendo los motivos de su secreto: Para que tus maldades quedaran lavadas con mi sangre, yo he soportado por ti, impío y pecador, a mi traidor con gran silencio y paciencia. Y tú, ¿no vas a imitarme, no devolviendo personalmente mal por mal? Consciente, pues de esto, comprendiendo lo que el Señor hizo por él y avanzando hacia la perfección movido por su ejemplo, dice: Si he devuelto males a los que me pagaban con males, o sea, si no he puesto por obra lo que tú me enseñaste prácticamente, que yo sucumba vacío ante mis enemigos. No ha dicho precisamente: si pagué con males a los que me los hacían, sino a los que me pagaban con ellos, puesto que quien paga es porque ha recibido algo con anterioridad. Por lo demás, índice de mayor aguante es no dar a cambio males a quien, tras recibir favores, devuelve males por bienes que querer perjudicar a alguien cuando no se han recibido estos favores con antelación. Dice, pues: Si he devuelto males a los que me pagaban con males, es decir, si no te he imitado en aquel silencio, en aquella paciencia tuya que has practicado por mí, que yo sucumba vacío ante mis enemigos. Es un alarde tonto el de todo aquél que, siendo hombre como es, ansía vengarse de otro hombre. Al pretender superar públicamente al hombre, se ve ocultamente superado por el diablo. La vana y orgullosa alegría de que, al parecer, no pudo ser vencido es un logro vano.Así pues, él sabe muy bien dónde es más sonada la victoria y dónde premia el Padre que ve en lo escondido. Por consiguiente, para no devolver mal por mal, prefiere dejar fuera de combate a la ira y no al hombre, instruido también por aquellas palabras: Más vale el que domina la ira que el que conquista una ciudad. Si he devuelto males a los que me pagaban con males,sucumba yo vacío ante mis enemigos. A1 decir: si hice algo de esto, pagaré por ello, parece pronunciar un juramento execratorio, la especie más grave de juramento. Pero una cosa es el juramento en boca del que jura y otra cosa en el significado del que profetiza. Aquí se limita a decir qué es lo que ocurrirá a los hombres que devuelven males a quienes les pagan con males, no hacer una imprecación, casi juramento incluido, en beneficio propio y personal o en favor de otro.
4. [v. 6] Que el enemigo me persiga y me alcance. Que el enemigo persiga y alcance a mi alma. Al nombrar al enemigo en singular, realza mucho más la personalidad de aquel al que antes presentó como león. El es el perseguidor del alma. Si llega a embaucarla, la captura. Los hombres se ensañan hasta matar el cuerpo, pero tras esta muerte visible ya no tienen poder sobre el alma. Mas por lo que respecta al diablo, tomará posesión de todas las almas a las que persigue y captura. Que pisotee mi vida contra la tierra. Es decir, que al pisarla convierta mi vida en tierra, o sea,en alimento suyo. Porque aquel a quien se dice comerás tierra y sólo recibe el nombre de león, sino también el de serpiente. Por otra parte, al pecador se le dijo: Eres tierra y .a .la tierra volverás. Y empuje mi gloria hasta el polvo. El polvo que el viento arrebata de la faz de la tierra es la arrogancia huera y estúpida de los orgullosos, carente de base sólida como una columna de polvo empujada por el viento. Ha sido acertada la elección de la palabra gloria ya que no desea se rebaje hasta el polvo. Lo que pretende es mantenerla sólida en su conciencia en presencia de Dios, donde no cabe arrogancia alguna. El que se gloría, que se gloríe en el Señor Esta solidez se rebaja hasta el polvo cuando alguien por orgullo, desdeñando los secretos de la conciencia donde es Dios en exclusiva el examinador del hombre, pretende envanecerse delante de los hombres. En idénticas razones se funda el texto: Dios quebrantará los huesos de quienes complacen a los hombres. Pero el que está bien amaestrado y tiene experiencia de la jerarquía de los vicios que hay que corregir, comprende que este vicio de la vanagloria es el único o el primero que deben evitar los perfectos, ya que el último vicio que vence el alma es el vicio en que primero cayó. El principio de todo pecado es la soberbia, y el principio de la soberbia humana es apartarse de Dios.
5. [v. 7] Levántate, Señor con tu ira. ¿Por qué este hombre, al que hemos calificado de perfecto, sigue provocando a Dios a la ira? ¿No hay que considerar perfecto más bien a aquel que cuando le apedreaban dijo: Señor, no les imputes este pecado? ¿O es que la plegaria que dirige este hombre no va orientada contra los hombres, sino contra el diablo y sus huestes, cuyo feudo son los pecadores y los impíos? Por tanto, no ora contra él en actitud furiosa sino piadosa todo el que ruega al Señor que justifica al impío, para que le libere de aquella posesión. Cuando el impío recibe la justificación, de impío se transforma en justo, y de feudo del diablo pasa a ser templo de Dios. Y puesto que privarle a alguien de la posesión en donde desea ser dueño y señor es un castigo, a este castigo lo llama ira de Dios contra el diablo, para que deje de poseer a quienes poseía. Levántate, Señor, con tu ira. Levántate, dijo, preséntate aquí. Lo ha dicho con palabras humanas pero misteriosas. Como si Dios estuviera dormido, cuando lo que en realidad hace es ocultarse en sus secretos impenetrables. Álzate en los confines de mis enemigos. Ha denominado confines a esta misma posesión. Mientras los impíos reciben la justificación y alaban a Dios, quiere la exaltación, el honor y la gloria de Dios. Y levántate, Dios mío, según el precepto que diste. Es decir, ya que has ordenado la humildad, muéstrate humilde; sé tú el primero en cumplir tu precepto, para que, a ejemplo tuyo y pisando el orgullo, no sean posesión del diablo, quien frente a tus mandamientos fomentó el orgullo diciendo: Comed, se os abrirán los ojos y seréis como dioses.
6. [v. 8] Y te rodeará la asamblea de las naciones. Este pasaje tiene doble sentido. En una primera exégesis puede interpretarse como asamblea de los pueblos, creyentes o perseguidores. Una y otra asamblea tuvieron efecto en la misma humildad de nuestro Señor. Haciendo mofa de esta humildad, el ejército de perseguidores le rodeó. De esta chusma se dijo: ¿Por qué se amotinaron las naciones y los pueblos planearon proyectos vanos? Por su parte la muchedumbre de los creyentes le rodeó de tal modo que pudo decirse con total acierto: La obcecación de una parte de Israel ha tenido lugar, para que entrasela totalidad de las naciones. Y el pasaje: Pídemelo: te daré en herencia las naciones; en posesión los confines de la tierra. Y por amor a ésta, regresa a las alturas. Es decir, regresa a las alturas en atención a esta asamblea. Se entiende que lo hizo mediante su resurrección y ascensión al cielo. De este modo, una vez glorificado, mandó el Espíritu Santo, a quien no podía mandar antes de la glorificación, tal como se lee en el evangelio: Aún no se había dado el Espíritu, porque Jesús aún no había sido glorificado. De vuelta, pues, a las alturas, en atención a la asamblea de las naciones, envió el Espíritu Santo. Llenos de él, los predicadores del Evangelio poblaron de iglesias todo el orbe.
7. También se le puede dar otro sentido al texto: levántate, Señor, con tu ira, y álzate en los confines de mis enemigos. Levántate con tu ira de modo que tus enemigos no te comprendan. Álzate equivaldría, pues, a hazte alto para que no te comprendan. Es una referencia a aquel silencio. De esta elevación habla otro salmo: Subió sobre un querubín, y voló. E hizo de las tinieblas su escondrijo. Y puesto que los que te crucificaron no te comprendieron en esta exaltación, es decir, en esta ocultación, por culpa de sus pecados, te rodeará la asamblea de los creyentes. Su exaltación se hizo en base a la humildad misma. O sea, que no le entendieron. A esto precisamente se refiere el pasaje que sigue: Y levántate, Señor Dios mío, según el precepto que diste. Es decir, cuanto te manifiestas humilde, ponte bien alto para que no te comprendan mis enemigos. Los pecadores son enemigos del justo y los impíos del piadoso. Y te rodeará la asamblea de las naciones. Es decir, que por la misma razón que no te comprenden los que te crucifican, creerán en ti las naciones, y de este modo te rodeará la asamblea de los pueblos. Pero el pasaje siguiente, si tiene en realidad este sentido, entraña más dolor que alegría. Más dolor, porque se empieza a sentir. Menos alegría, porque se comprende. El pasaje dice así: Y en atención a ésta, retorna a las alturas. Es decir, en atención a esta asamblea del género humano, que tiene abarrotadas las iglesias, vuélvete a las alturas, es decir, deja de ser comprendido una vez más. En resumidas cuentas, ¿qué quiere decir la expresión y por causa de ésta, sino que incluso ésta va a ofenderte hasta el punto de hacer rigurosamente exactos tus presagios: Cuando vuelva el Hijo del hombre, ¿piensas que va a encontrar fe en la tierra? Idéntica expresión aplica a los seudo profetas, que son personificación de los herejes. A causa de la maldad de éstos, se enfriará el amor de muchos. Según esto, cuando aún en las iglesias, es decir, en aquella asamblea de los pueblos donde se ha abierto ancho camino el nombre cristiano, haya tanta abundancia de pecadores -cosa que ya puede apreciarse en la actualidad-, ¿no se anuncia con antelación en este pasaje el hambre de la palabra, que ya otro profeta había denunciado? ¿Es que Dios no se vuelve a las alturas a causa de esta asamblea, que se aleja de la luz de la verdad por culpa de sus pecados, de modo que nadie mantiene ni escucha la fe genuina y auténticamente limpia de toda impureza de opiniones corruptas, a no ser esos poquísimos de quienes se dice: Dichoso el que persevera hasta el final, porque se salvará? No anda, pues, desacertado el texto que dice: Y por causa de esta congregación, vuélvete a las alturas. Es decir, retírate de nuevo a la cumbre de tus secretos. Hazlo precisamente a causa de esta asamblea de pueblos que tienen tu nombre, pero que no hacen tus obras.
8. [v. 9] De todos modos, tanto si es la primera exposición como la segunda la que tiene mayor congruencia, sin perjuicio de otra interpretación mejor o igual, el texto continúa muy a propósito: El.Señor juzga a los pueblos. Si regresó a las alturas cuando, tras su resurrección ascendió al cielo, tiene su lógica la expresión: el Señor juzga a los pueblos, porque desde allí vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos. Y si regresa a las alturas cuando la comprensión de la verdad abandona a los cristianos pecadores -puesto que de esta misma venida se ha dicho ¿crees que cuando venga el Hijo del hombre va a encontrar fe en la tierra?- la conclusión es ésta: El Señor juzga a los pueblos. ¿Y quién es este Señor sino Jesucristo? Porque el Padre no juzga a nadie, sino que entregó al Hijo toda potestad de juzgar. Repara en que por todos estos motivos esta alma que hace una oración perfecta, no teme el día del juicio y, con ansia libre de todo cuidado y preocupación, dice en su plegaria: Venga tu reino. Prosigue el salmo: Júzgame, Señor, según mi justicia. En el salmo precedente el que oraba era un enfermo en actitud más de implorar la piedad de Dios que de hacer el recuento de sus propios méritos; porque el Hijo de Dios vino a llamar a los pecadores a la penitencia. En aquel salmo se había expresado así: Sálvame, Señor, por tu misericordia, es decir, no en atención a mis méritos. Pero ahora que ha sido llamado y que ha guardado los mandamientos que recibió, se atreve a decir: Júzgame, Señor, según mi justicia y según mi inocencia sobre mí. La auténtica inocencia es la que no hace daño ni siquiera al enemigo. Lógicamente, pues, solicita que se le juzgue de acuerdo con su inocencia aquel que pudo decir con toda verdad: Si he devuelto males a los que me pagaban con males. La adición sobre mí puede aplicarse no sólo a la inocencia, sino también a 1a justicia. El sentido sería: Júzgame, Señor, según mi justicia y según mi inocencia, puesto una como otra están sobre mí. Con este aditamento demuestra que el hecho de ser justa e inocente el alma, no se lo debe a si misma, sino al Dios que resplandece e ilumina. De esta iluminación dice en otro salmo: Tú, Señor encenderás mi lámpara. Y de Juan se dice que no era él la luz, sino que daba testimonio de la luz. El era la lámpara que ardía y alumbraba. Luego aquella luz en la cual se encienden las almas como lámparas no luce con luz ajena, sino propia, porque es la misma verdad. Por eso se expresa así: Según mi justicia y según mi inocencia sobre mi, como si la lámpara que arde y luce hablara diciendo: Júzgame según la llama que está sobre mí, es decir, no por la llama que yo soy, sino según la llamapor la que brillo, encendida en ti.
9. [v. 10] Que se consume la maldad de los pecadores. Que se consume, dijo. Que llegue a su culminación conforme al pasaje del Apocalipsis: Que el justo se haga más justo y que el manchado se manche aún más. Vemos el colmo de la maldad en quienes crucificaron al Hijo de Dios, pero aún es mayor la de quienes no quieren vivir con rectitud y tienen aversión a los preceptos de la verdad por lo que fue crucificado el Hijo de Dios. Que se consume, pues, la maldad de los pecadores, es decir, que lleguen al colmo de la maldad, para que pueda hacer su entrada el juicio justo. Habida cuenta que no se ha limitado a decir que el manchado se manche aún más, sino también que el justo se haga más justo, prosigue diciendo: Y guiarás al justo, tú,oh Dios, que sondeas el corazón y las entrañas. ¿Cómo se puede guiar al justo sino en lo escondido? Porque de hecho, al comienzo de la época cristiana, los santos sufrían persecución incluso por causa de aquello que a los hombres les parecía signo de admiración, mientras que en la actualidad, una vez que el nombre cristiano ha escalado la cumbre de la popularidad, ha ido cundiendo la hipocresía, es decir, la simulación de todos aquellos que so capa de nombre cristiano prefieren agradar más a los hombres que a Dios. ¿Cómo se ve guiado el justo en medio de tanto confusionismo de simulaciones, sino cuando Dios sondea el corazón y los riñones, viendo los pensamientos de todos?Estos pensamientos están simbolizados en el corazón, mientras que los placeres lo están en los riñones. Efectivamente, resulta adecuado achacar a los riñones los placeres de las realidades terrenas, porque estas vísceras integran la parte inferior del hombre donde reside el placer de la generación carnal, por cuyo medio, con la sucesión de los hijos, se propaga la naturaleza humana a esta vida llena de calamidades y de alegrías engañosas. Al sondear, pues, Dios nuestro corazón y al reparar que éste se halla donde está nuestro tesoro, o sea, en el cielo; al sondear asimismo, los riñones y al fijarse que nosotros no nos complacemos en la carne ni en la sangre, sino que nuestro deleite es el Señor, Dios guía al justo en la conciencia misma, en presencia de sí mismo, donde no penetran las miradas humanas, sino sólo la del que penetra todos los pensamientos y placeres de cada cual. El objetivo de toda preocupación es el placer, porque todos se apoyan en sus propios afanes y pensamientos como trampolín que les lanza a los placeres. Así pues, el que sondea el corazón ve todas nuestras preocupaciones, y el que sondea los riñones ve también el objeto de esas preocupaciones: los placeres. Por tanto, el Dios que sondea el corazón y los riñones guía al justo al ver que nuestros anhelos no están decantados a la concupiscencia de la carne, ni a la concupiscencia de los ojos, ni a las ambiciones mundanas que pasan como la sombra, sino que nos sentimos arrastrados a los goces de las realidades eternas, inalterables ante cualquier mudanza. Nuestras acciones, realizadas de palabra y de obra, pueden ser algo que los hombres conocen, pero la intención con que las hacemos y los objetivos de nuestros deseos sólo los conoce el Dios que sondea los corazones y las entrañas.
10. [v. 11] Mi auxilio justo me viene del Señor que salva a los rectos de corazón. Dos son las funciones de la medicina: curar las enfermedades y mantenernos en forma. En relación con la primera función se dijo en el salmo anterior: Misericordia, Señor, que estoy enfermo. En relación con la segunda, se dice en este salmo: Si hay maldad en mis manos, si he devuelto mal a los que pagan con males, que yo sucumba vacío ante mis enemigos. En el primer texto ora para verse libre de la enfermedad; en el segundo ora ya sano para no recaer. Respecto a lo primero se dice: Sálvame, Señor, según tu misericordia. Con referencia a lo segundo se proclama: Mi auxilio justo me viene del Señor que salva a los rectos de corazón. Salvan tanto la una como la otra: la misericordia y la justicia. La primera nos hace pasar de la enfermedad a la salud; la segunda nos mantiene sanos. En la primera es un auxilio misericordioso, porque no tiene mérito alguno el pecador que aún desea estar justificado por la fe en el que justifica al impío. En la segunda es un auxilio justo, porque es un auxilio prestado ya al justo. Que hable en la primera el justo que dijo: Estoy enfermo, Señor, sálvame por tu misericordia. Hable en la segunda el justo que dijo: Si he devuelto males a los que me pagaban con males: mi auxilio justo me viene del Señor, que salva a los rectos de corazón. Si hace alarde de la medicina que nos devuelve la salud a los enfermos, ¡con cuánta mayor razón debe alardear de la medicina que nos mantiene en forma! Porque si cuando aún éramos pecadores Cristo murió por nosotros, ¡con cuánto mayor motivo, ahora que estamos justificados, él mismo nos salvará de la ira!
11. Mi auxilio justo me viene del Señor que salva a los rectos de corazón. Dios, que sondea los corazones y las entrañas, guía al justo. Por otra parte, con su auxilio justo salva a los rectos de corazón. Pero no salva a los rectos de corazón y de riñones de modo idéntico a como sondea los corazones y los riñones, ya que los pensamientos de un corazón depravado son malos, y los de un corazón recto son buenos. Los placeres no buenos se asocian a los riñones, porque son placeres inferiores y terrenales; los buenos pensamientos no se vinculan a los riñones, sino al corazón mismo. Por todo lo cual a los riñones no se les puede aplicar la rectitud como se le aplica al corazón puesto que en este caso donde existe el pensamiento existe el deleite, cosa que no puede ocurrir más que cuando se piensa en realidades divinas y eternas. Después de decir: La luz de tu rostro, Señor, se halla impresa en nosotros, dice: Has puesto alegría en mi corazón. En efecto, las figuraciones fantásticas temporales que se forja el espíritu cuando se ve zarandeado por expectativas mortales sin contenido, aunque entrañen a menudo una alegría delirante y enfermiza con sus imaginaciones vacías, este placer no hay que achacárselo al corazón, sino a los riñones. La razón es que todas aquellas fantasías vienen reclutadas de las realidades inferiores, es decir, de las realidades terrenas y carnales. Así se explica que Dios, al sondear el corazón y los riñones, al ver pensamientos rectos en el corazón, y al no ver en los riñones ningún tipo de deleites, brinda una ayuda justa a los rectos de corazón, donde los deleites supremos están asociados con los pensamientos limpios. Y por eso, cuando dijo en otro salmo: Hasta de noche me estuvieron recriminando los riñones, añadió acto seguido: Yo tenía siempre presente al Señor, porque se halla a mi derecha para que yo no vacile. En este texto subraya que personalmente ha sido sujeto paciente de las sugestiones que dimanan de los riñones, pero no del placer. De haber sufrido tales deleites o placeres, por supuesto que habría vacilado. Dijo además: El Señor está a mi derecha, para que yo no vacile, añadiendo a continuación: Por eso se me ha alegradoel corazón. Los riñones pudieron regañarle, pero no deleitarle. No es, por tanto, en los riñones donde tiene lugar el deleite, sino en aquel otro lugar donde Dios ha decidido estar a la derecha contra 1a censura de los riñones, es decir, en el corazón.
12. [v. 12] Dios es un juez justo, fuerte y paciente. ¿Qué Dios es el juez, sino el Señor que juzga a los pueblos? Es justo porque da a cada cual según sus obras. Es fuerte, porque, a pesar de ser poderosísimo, ha tolerado por nuestra salvación a los perseguidores impíos. Es paciente porque no llevó al tormento inmediatamente después de su resurrección ni siquiera a sus propios perseguidores, sino que les mantuvo con vida para que se convirtieran algún día de su impiedad a la salvación. Y sigue manteniéndolos, reservando el castigo definitivo para el juicio final e invitando hasta la fecha a los pecadores a la penitencia. No esgrimiendo su ira cada día. Quizá sea más expresiva 1a frase esgrimiendo su ira que airándose y así lo hallamos en los códices griegos, subrayando que en él no existe ira con que castiga. Existe en los sentimientos de aquellos ministros que acatan las ordenanzas de la verdad. Por ellos se transmite también el mando a los ministros de rango inferior llamados mensajeros de la ira para castigar los pecados. Estos sienten placer en castigar a los hombres no por un sentido de justicia que no tienen, sino por malicia. Por consiguiente, Dios no esgrime su ira cada día. Es decir, no convoca a diario a sus agentes para practicar la venganza. Actualmente, el aguante de Dios es una invitación a hacer penitencia, pero al final de los tiempos hará vibrar su espada, cuando los hombres, merced a su dureza y a su corazón empedernido, se atesoren ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios.
13. [v. 13] Si no os convertís, blandirásu espada. El mismo Señor en cuanto hombre puede interpretarse como divina espada de dos filos, es decir, como espada que no blandió en su primera venida, sino que la escondió, por hablar de algún modo, en la vaina de su humildad, pero que blandirá cuando en su segunda venida baje a juzgar a los vivos y a los muertos en el esplendor ostensible de su gloria y sea relámpago de su luz para los justos y terror para los impíos. En otros códices en vez de blandirá su espada encontramos la expresión hará brillar su espada de dos filos. Con esta expresión creo que pone bien de relieve la última venida de la gloria del Señor, dado que a su persona se aplica el pasaje de otro salmo: Libra, Señor, mi alma de los impíos, tu espada de los enemigos de tu mano. Ha tendido su arco y lo ha preparado. No hay que restarle importancia al matiz de los tiempos verbales. A la espada le aplica el futuro blandirá, a1 arco le asigna el pretérito ha tendido. Acto seguido, viene una consecución temporal toda ella en pretérito.
14. [v. 14] Y en él dispuso los instrumentos de muerte; fabricó sus saetas para los ardorosos. Me gustaría interpretar este arco como las santas Escrituras, donde la dureza del Antiguo Testamento adquiere flexibilidad y queda domada con esa especie de nervio de reciedumbre del Nuevo Testamento. De este arco salen disparados los apóstoles como flechas o se lanzan proclamas divinas. Estas flechas las fabricó para los ardorosos, es decir, para quienes ardían tocados por el amor de Dios. ¿Con que otra flecha fue alcanzada aquella que dice: Introducidme en la bodega, instaladme entre los ungüentos, rodeadme de mieles, porque estoy herida de amor? ¿Con qué otras flechas se inflama quien, ansiando retornar a Dios y volver de este peregrinaje, acude en demanda de ayuda contra las lenguas fingidas y a quien se le dice: ¿Qué te va a dar o a proporcionar contra la lengua embustera? Flechas afiladas de valiente con ascuas devastadoras, para que, tocado e inflamado por ellas, ardas en un amor tan grande por el reino de los cielos que llegues a hacer caso omiso de todas las lenguas que se te enfrenten y pretendan apartarte de tu propósito, riéndote también de sus persecuciones y diciendo: ¿Quién me separará del amor de Cristo? ¿Dificultades, angustias, persecuciones, hambre, desnudez, peligros, espada? Y prosigue: Estoy convencido de que ni muerte ni vida, ni ángeles, ni principados ni lo presente ni lo futuro, ni poderes, ni altura, ni abismos, ni ninguna otra criatura será capaz de separarnos del amor de Dios presente en Cristo Jesús, Señor Nuestro. Así pues, fabricó sus flechas para los ardorosos. Tal es la lectura que presentan los códices griegos. La versión latina de gran parte de los códices dice flechas ardientes. De todos modos, tanto si las flechas arden como si hacen arder, -cosa que es imposible si ellas no arden-, el sentido queda a salvo en su integridad.
15. Por otra parte, como el Señor no se limitó simplemente a colocar las flechas en el arco, sino que también dispuso instrumentos demuerte, podemos preguntarnos qué son esos instrumentos de muerte. ¿Son los herejes? En efecto, son estos herejes los que desde este arco, o sea, desde las Escrituras mismas, salen disparados contra las almas, no para inflamarlas de caridad, sino para que perezcan emponzoñadas de su veneno, cosa que no se realiza sin tener en cuenta los méritos personales. Por todo ello, esta disposición hay que atribuírsela a la divina providencia, no porque ella haga a los pecadores, sino por ser ella la que pone orden una vez que estos han pecado. Los que leen con mala voluntad por culpa del pecado, se ven obligados a entender mal. Ese es el castigo del pecado. Por su parte, los hijos de la Iglesia católica, debido a la muerte de estos pecadores, se ven despertados de su sopor mediante una especie de aguijón, avanzando de este modo en la inteligencia de las divinas Escrituras. Conviene que llegue a haber disensiones, dice, para que destaquen así los hombres de valía entre vosotros, es decir, entre los hombres, puestoque para Dios ya destacan. ¿Dispuso estas flechas y estos instrumentos demuerte para perdición de los infieles? ¿Fabricó estas flechas, ardientes o destinadas a los ardorosos, para ejercicio de los creyentes? Efectivamente, no es falso lo que dice el Apóstol: Para unos somos un olor de vida que da vida; para otros un olor de muerte que da muerte. Y para esto ¿quién tiene aptitudes? No tiene, pues, nada de extraño que los mismos apóstoles sean por un lado instrumentos de muerte para aquellos que les persiguieron, y por otro, flechas llameantes para inflamar los corazones de los fieles.
16. [v. 15] Finalizada esta gestión, llegará el juicio justo. Al hablar de él se expresa en estos términos para que comprendamos que el pecado propio de cada cual se convertirá en suplicio, y la maldad personal se trocará en castigo. No debemos pensar que aquella tranquilidad y aquella luz inefable de Dios son la fuente del castigo de los pecados, sino que ordenan los pecados de tal modo que aquello que constituyó un placer para el hombre, sea un instrumento de castigo en manos del Señor. Mirad, dice, dio a luz una injusticia. ¿Qué es lo que había concebido para parir la injusticia?Concibió fatiga, dice. Así se explica aquello de comerás tu pan con fatiga. Y también este otro pasaje: Venid a mí todos los que estáis fatigados y abrumados. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera. No hay posibilidad de poner coto a la fatiga si uno no ama aquello que no le pueden quitar contra su voluntad. Cuando aquello que nos pueden quitar contra nuestros deseos constituye el objeto de nuestro amor, es de todo punto necesario que sintamos miserablemente fatiga. Por lo demás, para agenciárnoslo nos vemos precisados a urdir inmoralidades, en el aprieto de las miserias humanas, cuando alguien quiere alzarse con ello, adelantarse a otro o hacerle extorsión. Con razón, se ajusta al orden quequien concibió fatiga, acabe pariendola injusticia. ¿Y qué es lo que pare sino aquello que a causa de su fatiga da a luz, aunque no haya dado a luz lo que concibió? En efecto, no nace lo que se concibe.Lo que se concibe es la semilla y lo que nace es el producto de la semilla. La fatigaes, por consiguiente, la semilla de la maldad; el pecado, por su parte, es lo que concibe la fatiga, es decir, aquel primer pecado que consistió en desertar de Dios. Luego el que había concebido fatiga parió la injusticia. Y parió la maldad, que aquí equivale a la injusticia. Por consiguiente, parió lo que a causa de su fatiga dio a luz. ¿Qué sigue a continuación?
17. [v. 16] Abrió una fosa y la ahondó. Abriruna fosa es tender una trampa en las realidades de la tierra, es decir, algo así como a ras del suelo, para que caiga la persona a la que desea engañar el injusto. Esta fosa se abre al dar el consentimiento a las sugerencias malas de los apetitos terrenales. Se ahonda cuando, después del consentimiento, se insiste en la ejecución del fraude. Pero, ¿cómo es posible que la maldad haga daño antes al hombre justo, contra el que va dirigida, que al corazón injusto de donde procede? Un estafador, por ejemplo, al querer perjudicar a otro, queda él personalmente destrozado por las heridas de la avaricia. ¿Y quién, por muy loco que sea, no repara en la diferencia existente entre uno y otro, viendo que el primero sufre un daño pecuniario, mientras que el otro sufre menoscabo de su inocencia? Caerá, pues, en la fosa que hizo. Que es lo que viene a decir otro salmo: Al Señor se le conoce haciendo justicia. El pecador se enredó en sus propias acciones.
18. [v. 17] Recaerá la fatigasobre su cabeza, y su maldad bajará sobre su cráneo. Porque no quiso evitar el pecado, sino que se hizo una especie de esclavo bajo el pecado, según dice el Señor: Todo el que peca es un esclavo. Luego la maldad estará encima de él, al quedar él sometido a ella. Porque no pudo decirle al Señor lo que dicen los inocentes y los rectos: Tú eres mi gloria y el que mantienes alta mi cabeza. Su inferioridad es de tal calibre que su maldad está por encima de él y cae sobre él. Le abruma, le agobia y no le deja retomar el vuelo al descanso de los santos. Esto acontece cuando en el hombre que ha invertido el orden la razón es esclava y la pasión es patrona.
19. [v. 18] Confesaré al Señor según su justicia. No se trata de una confesión de los pecados, ya que quien pronuncia estas palabras es el que hace unos momentos decía con toda sinceridad: Si existe maldad en mis manos. Es una confesión de la justicia de Dios, que nos hace hablar así: Realmente eres justo, Señor, cuando das a tus justos tal protección que los iluminas por ti mismo, y ordenas a los pecadores de tal modo que el castigo que les cae encima no procede de tu malicia, sino de la suya. Esta confesión supone tal alabanza al Señor que de nada les sirven sus blasfemias a los impíos. Estos, al tratar de excusar sus crímenes, no quieren reconocer su propia culpabilidad en el hecho del pecado, es decir, no quieren echar a su propia culpabilidad sus culpas reales. Así pues, o se la imputan a la suerte o al hado o ponen por medio al diablo, cuyas sugestiones por voluntad de Dios podemos rechazar, o introducen otra naturaleza que no procede de Dios. Esto es andar dando bandazos en su miseria y extravío,más que confesar a Dios para que les perdone. No conviene que se le perdone sino a aquel que dice: he pecado. Por eso, quien observa que Dios ordena los merecimientos de las almas de modo que dando a cada cual lo suyo no haya violación alguna de la belleza del universo, alaba a Dios en todo. Esta confesión no es propia de los pecadores, sino de los justos. No es confesión de pecadores porque dice el Señor: Te confieso Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Y en el Eclesiástico se dice: Confesad al Señor en todas sus obras. En vuestra confesión diréis: Las obras del Señor son todas buenas de verdad. Todo esto tiene cabida en la interpretación de este salmo cuando alguien, con intención piadosa y con la ayuda del Señor, hace distinción entre la recompensa de los justos y los tormentos de los pecadores; cómo todas las criaturas creadas y gobernadas por Dios se embellecen mediante estas dos disposiciones con una belleza maravillosa y de pocos conocida. Por eso dice: Confesaré al Señor según su justicia, como aquel que considera que Dios no ha creado las tinieblas, pero las ha ordenado. En efecto, Dios dijo: Hágase la luz, y se hizo la luz. No dijo: Háganse las tinieblas, y se hicieron las tinieblas. Sin embargo, les dio un orden. Justamente por eso se dice: Y separó Dios la luz de las tinieblas, y llamó Dios a luz día y a las tinieblas noche. Es importante esta distinción: hizo lo uno y ordenó lo otro. Lo último no lo hizo, sin embargo le impuso un orden. Por lo demás, en las tinieblas se simbolizan los pecados, tal como vemos en el profeta: Tus tinieblas se convertirán en mediodía. Y el apóstol que dice: El que odia a su hermano vive en tinieblas, pero sobre todo aquel pasaje: Dejemos las actividades propias de las tinieblas y pertrechémonos de las armas de la luz. Esto no quiere decir que las tinieblas tengan entidad sustancial. Pues toda naturaleza en cuanto tal es una entidad, tiene ser, y este ser está vinculado a la luz, mientras que el no ser queda vinculado a las tinieblas. Por consiguiente, el que abandona a aquél por quien fue hecho y se vuelca hacia aquello de lo que fue hecho, es decir, haciala nada, va entenebreciéndose en este pecado. Sin embargo, no muere en su totalidad, sino que queda ordenado entre las realidades ínfimas. Por tal motivo, después de haber dicho Confesaré al Señor, y para evitar que entendiéramos esto como confesión de los pecados añadió para finalizar: Y salmodiaréal nombre del Señor Altísimo. Salmodiar está asociado al gozo; el arrepentimiento de los pecados, a la tristeza.
20. También puede interpretarse este salmo con referencia a la persona del Hombre-Señor, con tal de que todo cuanto en él se ha dicho con matices de humildad y sometimiento tenga relación con nuestra flaqueza asumida por él.
Traducción: José Cosgaya García. OSA