viernes, 28 de agosto de 2015

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS (X): REFLEXIONES DE SAN JUAN PABLO II SOBRE LAS LETANÍAS DEL 21 AL 27

21. Corazón de Jesús, fuente de vida y de santidad

JUAN PABLO II

ÁNGELUS
Domingo 10 de agosto de 1986


21. Vigésima primera Letanía: Corazón de Jesús, fuente de vida y de santidad, ten piedad de nosotros.

1. ¡Corazón de Jesús, fuente de vida y de santidad!

Fuente.
Recordemos cuando Jesús se acercó a la pequeña ciudad de Samaria, llamada Sicar, donde se encontraba una fuente que se remontaba a los tiempos del Patriarca Jacob.

En aquel lugar encontró a una samaritana, que se acercaba para sacar agua de la fuente. Él le dice: "Dame de beber". La mujer responde: "¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, mujer samaritana?".

Entonces Jesús replicó: "Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: Dame de beber, tú le pedirías a Él, y Él te daría a ti agua viva".

Y continuó: "El agua que yo te dé se hará en ti fuente que salte hasta la vida eterna" (cf. Jn 4, 5-14).
¡Fuente! ¡Fuente de vida y de santidad!

2. En otra ocasión, en el último día de la fiesta de los Tabernáculos en Jerusalén, Jesús ―como escribe también el Evangelista Juan― "gritó, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, según dice la Escritura, ríos de agua viva correrán de su seno". El Evangelista añade: "Esto dijo del Espíritu, que habían de recibir los que creyeran en Él" (Jn 7, 37-39).

3. Todos deseamos acercarnos a esta fuente de agua viva. Todos deseamos beber del Corazón divino, que es fuente de vida y de santidad.

En Él nos ha sido dado el Espíritu Santo, que se da constantemente a todos aquellos que con adoración y amor se acercan a Cristo, a su Corazón.

Acercarse a la fuente quiere decir alcanzar el principio. No hay en el mundo creado otro lugar del cual pueda brotar la santidad para la vida humana, fuera de este Corazón, que ha amado tanto. "Ríos de agua viva" han manado de tantos corazones... y ¡manan todavía! De ello dan testimoniolos Santos de todos los tiempos.

4. Te pedimos, Madre de Cristo, que seas nuestra Guía al Corazón de tu Hijo. Te pedimos que nos acerques a Él y nos enseñes a vivir en intimidad con este Corazón, que es fuente de vida y de santidad.

22. Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados

JUAN PABLO II

ÁNGELUS
Domingo 17 de agosto de 1986


22. Vigésima segunda Letanía: Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados, ten piedad de nosotros.

1. Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados. El Corazón de Jesús es fuente de vida, porque por medio de Él actúa la victoria sobre la muerte. Es fuente de santidad, porque en Él ha sido vencido el pecado que es adversario de la santidad en el corazón del hombre.

Jesús, que el domingo de resurrección entra por la puerta cerrada, en el Cenáculo, dice a los Apóstoles: "Recibid el Espíritu Santo; a quien perdonareis los pecados, les serán perdonados" (Jn 20, 23).
Y diciendo esto, les muestra las manos y el costado, en el que están visibles los signos de la crucifixión. Muestra el costado, lugar del Corazón traspasado por la lanza del centurión.

2. Así, pues, los Apóstoles han sido llamados a volver al Corazón, que es propiciación por los pecados del mundo. Y con ellos también nosotros somos llamados.

La potencia de la remisión de los pecados, la potencia de la victoria sobre el mal que alberga en el corazón del hombre, se encierra en la pasión y en la muerte de Cristo Redentor. Un signo particular de esta potencia redentora es precisamente el Corazón.

La pasión de Cristo y su muerte se han apoderado de todo su cuerpo. Se han cumplido mediante todas las heridas, que Él ha recibido durante la pasión. Y se han cumplido sobre todo en el Corazón, porque el Corazón agonizaba mientras se apagaba todo el cuerpo. El Corazón se consumía al ritmo del sufrimiento que producían todas las heridas.

3. En este despojamiento el Corazón ardía de amor. Una llama viva de amor ha consumido el Corazón de Jesús en la cruz.

Este amor del Corazón fue la potencia propiciadora por nuestros pecados. Ello ha superado ―y supera para siempre― todo el mal contenido en el pecado, todo el alejamiento de Dios, toda la rebelión de la libre voluntad humana, todo mal uso de la libertad creada, que se opone a Dios y a su santidad.

El amor que ha consumado el Corazón de Jesús ―el amor que ha causado la muerte de su Corazón― era y es una potencia invencible. Mediante el amor del Corazón divino, la muerte ha logrado la victoria sobre el pecado. Se ha convertido en fuente de vida y de santidad.

4. Cristo mismo conoce hasta el fondo este misterio redentor de su Corazón. Es testimonio inmediato del mismo. Cuando dice a los Apóstoles: Recibid el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, da testimonio de aquel Corazón que es propiciación por los pecados del mundo.

María, que eres refugio de los pecadores, ¡acércanos al Corazón de tu Hijo!

23. Corazón de Jesús, saciado de oprobios


JUAN PABLO II

ÁNGELUS
Domingo 24 de agosto de 1986




23. Vigésima tercera Letanía: Corazón de Jesús, saciado de oprobios, ten piedad de nosotros.

1. Corazón de Jesús, saciado de oprobios.

Las palabras de las letanías del Sagrado Corazón nos ayudan a releer el Evangelio de la pasión de Cristo.

Repasemos con los ojos del alma aquellos momentos y acontecimientos desde la captura en Getsemaní al juicio de Anás y de Caifás, la encarcelación nocturna, la sentencia matutina del Sanedrín, el tribunal del Gobernador romano, el tribunal de Herodes el galileo, la flagelación, la coronación de espinas, la sentencia de crucifixión, el vía crucis hasta el lugar del Gólgota, y, a través de la agonía sobre el árbol de la ignominia, hasta el último "Todo está cumplido".

Corazón de Jesús, saciado de oprobios.

2. Corazón de Jesús ―el corazón humano del Hijo de Dios―, tan conocedor de la dignidad de todo hombre, tan conocedor de la dignidad de Dios-Hombre.

Corazón del Hijo, que es Primogénito de toda creatura:

― tan conocedor de la peculiar dignidad del alma y del cuerpo del hombre;
 tan sensible por todo lo que ofende esta dignidad: "saciado de oprobios".

3. Recordemos las palabras de Isaías Profeta: "He aquí a mi Siervo, a quien sostengo yo; mi elegido, en quien se complace mi alma... Él dará el derecho a las naciones. No gritará, no hablará recio... No romperá la caña cascada ni apagará la mecha que se extingue" (Is 42, 1-3).

"Como de Él se pasmaron muchos, tan desfigurado estaba su aspecto, que no parecía ser de hombre" (Is 52, 14).

"...Varón de dolores y familiarizado con el sufrimiento, y como uno ante el cual se oculta el rostro, menospreciado sin que le tengamos en cuenta" (Is 53, 3).

4. ¡Corazón de Jesús, saciado de oprobios!
¡Corazón de Jesús saciado de oprobios!
Signo de contradicción...
"Y una espada atravesará tu alma..." (Lc 2, 4-35).

24. Corazón de Jesús, despedazado por nuestros delitos


JUAN PABLO II

ÁNGELUS
Domingo 31 de agosto de 1986


24. Vigésima cuarta Letanía: Corazón de Jesús, despedazado por nuestros delitos, ten piedad de nosotros

1. Corazón de Jesús, despedazado por nuestros delitos.
Jesús de Nazaret, el que durante la última Cena dijo: "Esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros... Este es el cáliz de mi Sangre derramada por vosotros".

Jesús: sacerdote fiel, que mediante su propia sangre entra en el tabernáculo eterno.
Jesús: sacerdote, que según el orden de Melquisedec nos deja su sacrificio: haced esto... : ¡Jesús - Corazón de Jesús!

2. Corazón de Jesús en Getsemaní, que "se entristece hasta la muerte", que siente el "peso" terrible. Cuando dice: "Todo te es posible; aleja de mí este cáliz" (Mc 14 36), Él sabe, al mismo tiempo, cuál es la voluntad del Padre, y no desea otra cosa que cumplirla: derramar el cáliz hasta el fondo.
Corazón de Jesús, despedazado con la eterna sentencia: efectivamente, Dios ha amado tanto al mundo hasta dar su Hijo unigénito...

3Tantos siglos antes lo había dicho Isaías:

"Pero fue Él ciertamente quien soportó nuestros sufrimientos / y cargó con nuestros dolores, / mientras que nosotros le tuvimos por castigado, / herido por Dios y abatido" (Is 53, 4). Él se ha inmolado por nuestros delitos; y, sin embargo, ¿no decían en el Gólgota: "Si eres hijo de Dios, baja de esa cruz" (Mt 27, 40)?

4Así decían: Y, sin embargo, el Profeta sabía. Y, sin embargo, Isaías decía..., tantos siglos antes: "Fue traspasado por nuestras iniquidades / y molido por nuestros pecados... / Todos nosotros andábamos errantes como ovejas, / siguiendo cada uno su camino; / y Yavé cargó sobre Él / la iniquidad de todos nosotros... / Fue arrancado de la tierra de los vivientes / y herido de muerte por el crimen de su pueblo" (Is 53, 5-8).

5. ¡Despedazado por nuestros delitos!
Corazón de Jesús, despedazado por los pecados...
Los sufrimientos de la agonía abrazan gradualmente todo el cuerpo del Crucificado. Lentamente la muerte llega al corazón.
Jesús dice: "Todo está cumplido".
"Padre, en tus manos entrego mi espíritu" (Lc 23, 46).
¿Cómo iban a cumplirse las escrituras diversamente?
Cómo iban a cumplirse diversamente las palabras del Profeta que dice: "El Justo, mi Siervo, justificará a muchos... Se cumplirá por su medio la voluntad del Señor" (cf. Is 53, 11).
¡La voluntad del Padre! ¡No la mía, sino tu voluntad!

5. Nos hemos unido en la oración
contigo, Madre de Cristo:
contigo, que has participado
en sus sufrimientos ("conduluit")... 
Tú nos conduces al Corazón de tu Hijo 
agonizante en la cruz:
cuando en su despojamiento
se revela hasta el fondo como Amor.
Oh Tú, que has participado
en sus sufrimientos,
permítenos perseverar siempre
abrazando este misterio.
¡Madre del Redentor!
¡Acércanos al Corazón de tu Hijo!


25. Corazón de Jesús, obediente hasta la muerte


JUAN PABLO II

ÁNGELUS


Domingo 23 de julio de 1989




25. Vigésima quinta Letanía:Corazón de Jesús, obediente hasta la muerte, ten piedad de nosotros.

1. Queridos hermanos y hermanas: esta invocación de las Letanías del Sagrado Corazón nos invita hoy a contemplar el Corazón de Cristo obediente. Toda la vida de Jesús está bajo el signo de una perfecta obediencia a la voluntad del Padre, suprema y coeterna fuente de su ser (cf. Jn 1, 1-2): uno solo es su poder y su gloria, una sola su sabiduría; es recíproco su infinito amor. Por esta comunión de vida y de amor, el Hijo se adhiere plenamente al proyecto del Padre, que quiere la salvación del hombre mediante el hombre: en la "plenitud de los tiempos" nace de la Virgen Madre (cf. Ga 4, 4) con un corazón obediente, para reparar el daño causado al género humano por el corazón desobediente de los primeros padres.

Por esto, al entrar en el mundo Cristo dice: "He aquí que vengo... a hacer, oh Dios, tu voluntad" (Hb 10, 7). ¡"Obedienciaes el nuevo nombre del "amor"!

2. Los Evangelios nos muestran a Jesús, en el transcurso de su vida, siempre dedicado a hacer la voluntad del Padre. A María y José, que durante tres días, afligidos, lo habían buscado, Jesús, que tenía doce años, les responde: "¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre? (Lc 2, 49). Toda su existencia está dominada por este "yo debo" que determina sus opciones y guía su actividad. A los discípulos dirá un día: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra" (Jn 4, 34); y les enseñará a orar así: "Padre Nuestro, ... hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo" (Mt 6, 10).

3. Jesús obedece hasta la muerte (cf. Flp 2, 8), aunque nada le resulte tan radicalmente opuesto como la muerte, ya que Él es la fuente misma de la vida (cf. Jn 11, 25-26).

En aquellas horas trágicas le sobrevienen, inquietantes, el desconsuelo y la angustia (cf. Mt 26, 37), el miedo y la turbación (cf. Mc 14, 33), el sudor de sangre y las lágrimas (cf. Lc 22, 44). Luego, en la cruz, el dolor desgarra su cuerpo traspasado. La amargura -del rechazo, de la traición, de la ingratitud-, llena su Corazón. Pero sobre todo domina la paz de la obediencia. "No se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lc 22, 42). Jesús recoge las fuerzas extremas y, casi sintetizando su vida, pronuncia la última palabra: "Todo está cumplido". (Jn 19, 30).

4Al alba, al mediodía y al atardecer de la vida de Jesús, late en su corazón un solo deseo: hacer la voluntad del Padre. Contemplando esta vida, unificada por la obediencia filial al Padre, comprendemos la palabra del Apóstol: "Por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos" (Rm 5, 19), y la otra, misteriosa y profunda, de la Carta a los Hebreos: "Aun siendo Hijo, con lo que padeció experimentó la obediencia: y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen " (5, 8-9).
Que María Santísima, la Virgen del "hágase" tembloroso y generoso, nos ayude también a nosotros a "aprender" esta lección fundamental.

26. Corazón de Jesús, atravesado por una lanza


JUAN PABLO II

ÁNGELUS


Domingo 30 de julio de 1989



26. Vigésima sexta Letanía:Corazón de Jesús atravesado por una lanza, ten piedad de nosotros

1. Pocas páginas del Evangelio a lo largo de los siglos han atraído la atención de los místicos, de los escritores espirituales y de los teólogos tanto como el pasaje del Evangelio de San Juan que nos narra la muerte gloriosa de Cristo y la escena en que le atraviesan el costado (cf. Jn 19, 23-37). En esa página se inspira la invocación de las Letanías, que he recordado hace un momento.

En el Corazón atravesado contemplamos la obediencia filial de Jesús al Padre, cuya misión Él realizó con valentía (cf. Jn 19, 30) y su amor fraterno hacia los hombres, a quienes Él "amó hasta el extremo" (Jn 13, 1), es decir, hasta el extremo sacrificio de Sí mismo. El Corazón atravesado de Jesús es el signo de la totalidad de este amor en dirección vertical y horizontal, como los dos brazos de la cruz.

2. El Corazón atravesado es también el símbolo de la vida nueva, dada a los hombres mediante el Espíritu y los sacramentos. En cuanto el soldado le dio el golpe de gracia, del costado herido de Cristo "al instante salió sangre y agua" (Jn 19, 34). La lanzada atestigua la realidad de la muerte de Cristo. Él murió verdaderamente, como había nacido verdaderamente y como resucitará verdaderamente en su misma carne (cf. Jn 20, 24.27). Contra toda tentación antigua o moderna de docetismo, de ceder a la "apariencia", el Evangelista nos recuerda a todos la cruda certeza de la realidad. Pero al mismo tiempo tiende a profundizar el significado del acontecimiento salvífico y a expresarlo a través del símbolo. Él, por tanto, en el episodio de la lanzada, ve un profundo significado: como de la roca golpeada por Moisés brotó en el desierto un manantial de agua (cf. Nm 20, 8-11), así del costado de Cristo, herido por la lanza, brotó un torrente de agua para saciar la sed del nuevo pueblo de Dios. Este torrente es el don del Espíritu (cf. Jn 7, 37-39), que alimenta en nosotros la vida divina.

3. Finalmente, del Corazón atravesado de Cristo brota la Iglesia. Como del costado de Adán que dormía fue extraída Eva, su esposa, así ―según una tradición patrística que se remonta a los primeros siglos―, del costado abierto del Salvador, que dormía sobre la cruz en el sueño de la muerte, fue extraída la Iglesia, su esposa. Esta se forma precisamente del agua y de la sangre, ―Bautismo y Eucaristía―, que brotan del Corazón traspasado. Por eso, con razón afirma la Constitución conciliar sobre la liturgia: "Del costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de la Iglesia entera" (Sacrosanctum Concilium, 5).

4. Junto a la cruz, advierte el Evangelista, se encontraba la Madre de Jesús (cf. Jn 19, 25). Ella vio el Corazón abierto del que fluían sangre y agua, ―sangre tomada de su sangre―, y comprendió que la sangre del Hijo era derramada por nuestra salvación. Entonces comprendió hasta el fondo el significado de las palabras que el Hijo le había dirigido poco antes: "Mujer, he ahí a tu hijo" (Jn 19, 26): la Iglesia que brotaba del Corazón atravesado era confiada a sus cuidados de Madre.

Pidamos a María que nos guíe a sacar cada vez más abundantemente el agua de los manantiales de gracia que fluyen del Corazón atravesado de Cristo.

27. Corazón de Jesús, fuente de todo consuelo


JUAN PABLO II

ÁNGELUS


Domingo 13 de agosto de 1989



27. Vigésima séptima Letanía: Corazón de Jesús, fuente de todo consuelo, ten piedad de nosotros

1. Dios, Creador del cielo y de la tierra, es también "el Dios de toda consolación'' (2 Co 1, 3: cf.Rm 15, 5). Numerosas páginas del Antiguo Testamento nos muestran a Dios que, en su gran ternura y compasión, consuela a su pueblo en la hora de la aflicción. Para confortar a Jerusalén, destruida y desolada, el Señor envía a sus profetas a llevar un mensaje de consuelo: "Consolad, consolad a mi pueblo... Hablad al corazón de Jerusalén y decidle bien alto que ya ha cumplido su milicia" (Is 40. 1-2); y, dirigiéndose a Israel oprimido por el temor de sus enemigos, declara: "Yo, yo soy tu consolador" (Is 51, 12); e incluso, comparándose con una madre llena de ternura hacia sus hijos, manifiesta su voluntad de llevar paz, gozo y consuelo a Jerusalén: "Alegraos, Jerusalén, y regocijaos por ella todos los que la amáis... de modo que os hartéis de sus consuelos... Como uno a quien su madre le consuela, así yo os consolaré, y por Jerusalén seréis consolados" (Is 66, 10.11.13).

2. En Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, nuestro hermano, el "Dios-que-consuela" se hizo presente entre nosotros. Así lo indicó primeramente el justo Simeón, que tuvo la dicha de acoger entre sus brazos al niño Jesús y de ver en Él realizada "la consolación de Israel" (Lc 2, 25). Y, en toda la vida de Cristo, la predicación del Reino fue un ministerio de consolación: anuncio de un alegre mensaje a los pobres, proclamación de libertad a los oprimidos, de curación a los enfermos, de gracia y de salvación a todos (cf. Lc 4. 16-21: Is 61. 1-2).

Del Corazón de Cristo brotó esta tranquilizadora bienaventuranza: "Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados" (Mt 5. 5), así como la tranquilizadora invitación: "Venid a mí todos los que estéis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso" (Mt 11, 28).

La consolación que provenía del Corazón de Cristo era participación en el sufrimiento humano, voluntad de mitigar el ansia y aliviar la tristeza, y signo concreto de amistad. En sus palabras y en sus gestos de consolación se unían admirablemente la riqueza del sentimiento y la eficacia de la acción. Cuando, cerca de la puerta de la ciudad de Naím, vio a una viuda que acompañaba al sepulcro a su hijo único, Jesús compartió su dolor: "Tuvo compasión de ella" (Lc 7, 13), tocó el féretro, ordenó al joven que se levantara y lo restituyó a su madre (cf. Lc 7, 14-15).

3. El Corazón del Salvador es también, más aún, principalmente "fuente de consuelo", porque Cristo, juntamente con el Padre, dona el Espíritu Consolador: "Yo pediré al Padre y os dará otro Consolador para que esté con vosotros para siempre" (Jn 14, 16; cf. 14, 25: 16. 12): Espíritu de verdad y de paz, de concordia y de suavidad, de alivio y de consuelo: Espíritu que brota de la Pascua de Cristo (cf. Jn 19, 28-34) y del evento de Pentecostés (cf. Hch 2, 1-13).

4. Toda la vida de Cristo fue por ello un continuo ministerio de misericordia y de consolación. La Iglesia, contemplando el Corazón de Cristo y las fuentes de gracia y de consolación que de Él manan, ha expresado esta realidad estupenda con la invocación: "Corazón de Cristo, fuente de todo consuelo, ten piedad de nosotros".

Esta invocación es recuerdo de la fuente de la que, a lo largo de tos siglos, la Iglesia ha recibido consolación y esperanza en la hora de la prueba y de la persecución; es invitación a buscar en el Corazón de Cristo la consolación verdadera, duradera y eficaz; es advertencia para que, tras haber experimentado la consolación del Señor, nos convirtamos también nosotros en convencidos y conmovidos portadores de ella, haciendo nuestra la experiencia espiritual que hizo decir al Apóstol Pablo: el Señor "nos consuela en toda tribulación nuestra para poder consolar a los que están en toda tributación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios" (2 Co 1, 4).

Pidamos a María, Consoladora de los afligidos, que, en los momentos oscuros de tristeza y angustia, nos guíe a Jesús, su Hijo amado, "fuente de todo consuelo".

jueves, 27 de agosto de 2015

JESÚS DE NAZARET (X): LA ASCENSIÓN DE JESUCRISTO





 La Ascensión de Cristo Resucitado a los Cielos


Es un artículo de fe, que aparece en los símbolos más antiguos como parte esencial de la exaltación - glorificación de Cristo. En ella se expresa el señorío de Cristo sobre toda la creación, la plenitud de su vida y de su poder, es el Rey del Universo. 

La Ascensión, en el símbolo de la fe, va unida a la expresión: "sentado a la derecha de Dios Padre, todopoderoso", en cuanto que participa de la soberanía y plenitud de Dios Padre, "que le ha entregado todo poder en el cielo y en la tierra" , Mt 28, 18.

El Concilio Vaticano II, en la Constitución Sacrosanctum Concilium, nº 5 dice: "La obra de la Redención humana y de la perfecta glorificación de Dios, que tuvo su preludio en las admirables gestas divinas obradas en el Antiguo Testamento, ha sido realizada por Cristo Señor, especialmente por medio del Misterio Pascual de  su santa Pasión, Resurrección, y gloriosa Ascensión, misterio con el que muriendo ha destruido nuestra muerte y resucitando nos ha devuelto la vida".

La Ascensión nos la describe S. Lucas en Hech 1, 9-14, y también Mc 16, 19. Los relatos de la Ascensión Mc 16, 19; Lc 24, 50-53, le dan particular relevancia en cuanto ligada a la última aparición del Resucitado, cerrándose así un período de convivencia y de instrucción con los apóstoles. 

La Ascensión puede calificarse como la otra cara o la culminación aquí en la tierra del hecho de la Resurrección. A partir de ese momento Cristo estará para siempre ante el Padre intercediendo por nosotros los hombres y rogando por nuestra salvación. «Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al Cielo y se sentó a la diestra de Dios» (Mc 16, 19).  El cuerpo de Cristo fue glorificado desde el instante de su Resurrección como lo prueban las propiedades nuevas y sobrenaturales, de las que desde entonces su cuerpo disfruta para siempre. Pero durante los cuarenta días en los que él come y bebe familiarmente con sus discípulos  y les instruye sobre el Reino, su gloria aún queda velada bajo los rasgos de una humanidad ordinaria. 

Esta última etapa permanece estrechamente unida a la primera, es decir, a la bajada desde el cielo realizada en la Encarnación. Sólo el que «salió del Padre» puede «volver al Padre» : Cristo. «Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre» (Jn 3, 13). 

«Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12, 32). La elevación en la Cruz significa y anuncia la elevación en la Ascensión al cielo. Es su comienzo. Jesucristo, el único Sacerdote de la Alianza nueva y eterna, no «penetró en un Santuario hecho por mano de hombre..., sino en el mismo cielo, para presentarse ahora ante el acatamiento de Dios en favor nuestro» (Hb 9, 24). 

En el cielo, Cristo ejerce permanentemente su sacerdocio. «De ahí que pueda salvar perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor» (Hb 7, 25). Como «Sumo Sacerdote de los bienes futuros» (Hb 9, 11), es el centro y el oficiante principal de la liturgia que honra al Padre en los cielos.

Cristo, desde entonces, está sentado a la derecha del Padre. Por derecha del Padre entendemos la gloria y el honor de la divinidad, donde el que existía como Hijo de Dios antes de todos los siglos, como Dios y consubstancial al Padre, está sentado corporalmente después de que se encarnó y de que su carne fue glorificada. 

Sentarse a la derecha del Padre significa la inauguración del reino del Mesías, cumpliéndose la visión del profeta Daniel respecto del Hijo del hombre: «A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás» (Dn 7, 14). A partir de este momento, los apóstoles se convirtieron en los testigos del «Reino que no tendrá fin».
P. Ignacio Garro, S.J.

martes, 25 de agosto de 2015

PRUEBAS DE LA EXISTENCIA DE DIOS (IV): LA FE Y LA CIENCIA, ENTREVISTA A FÍSICO ANTONIO ZICHICHI



Para nuestros temas sobre la ciencia y la fe, transcribimos una entrevista de ZENIT al físico Antonio Zichichi, presidente de la Federación Mundial de Científicos, quien trabajó en el CERN y descubrió la antimateria nuclear.


El físico Antonino Zichichi comenta la fallida visita del Papa a «La Sapienza»
Presidente de la Federación Mundial de Científicos para la alianza entre fe y ciencia


ROMA, jueves, 31 enero 2008 (ZENIT.org).- El profesor Antonino Zichichi, presidente de la «World Federation of Scientists» (Federación Mundial de Científicos), sostiene que es posible una alianza entre fe y ciencia.

En una entrevista concedida a Zenit, el conocido científico italiano afirma que la oposición a la visita de Benedicto XVI a la Universidad «La Sapienza» de Roma ha sido la manifestación de una cultura «prearistotélica».

Zichichi trabajó en el campo de la física subnuclear (física de partículas) en los laboratorios Fermilab de Chicago, Estados Unidos, y en la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN) de Ginebra, Suiza.

Entre sus numerosos descubrimientos destaca la antimateria nuclear.

En 1962, fundó en Erice, en su Sicilia natal, el Centro «Ettore Majorana» de cultura científica.

Ha sido presidente de la Sociedad Europea de Física, del Instituto Italiano de Física Nuclear, presidente del Comité de la OTAN para las tecnologías de desarme (nuclear, químico, bacteriológico y convencional).

Actualmente es profesor emérito de Física Superior en la Universidad de Bolonia.

Hablando de la relación entre razón y fe, tema afrontado por Benedicto XVI en su intervención en la Audiencia General de este miércoles, el profesor Zichichi recuerda que los resultados logrados por la ciencia actual serían impensables sin «ese acto de fe y de humildad intelectual, madurado dentro de la cultura católica con Galileo Galilei».

--¿Qué es para usted la razón?

--Zichichi: Nosotros somos la única forma de materia viviente a la que le ha sido dado el privilegio de la razón; y gracias a la razón la forma de materia viviente a la que pertenecemos ha podido descubrir el lenguaje, la lógica y la ciencia.

Existen centenares de miles de formas de materia viva, vegetal y animal, pero ninguna de ellas supo descubrir la memoria colectiva permanente --mejor conocida como lenguaje escrito-- ni las formas de lógica rigurosa como la matemática o la ciencia que, entre todas las lógicas posibles, es la que eligió el Creador para hacer el Universo, tal como podemos verlo y estudiarlo, y a nosotros mismos.

Una lógica que nos ha permitido estudiar y comprender pero que nadie será nunca capaz de alterar. Sin la razón, no habríamos podido descubrir la ciencia, esta extraordinaria aventura intelectual, iniciada hace sólo 400 años con Galileo Galilei y las primeras Leyes fundamentales de la naturaleza descubiertas por él.

Galileo las llamaba «huellas del Creador», huellas que podían incluso no existir. En cambio, él estaba convencido de que existían y de que estaban presentes tanto en las estrellas como en la materia «vulgar», como las piedras, en las que en aquel tiempo todos estaban convencidos de que no era posible encontrar verdades fundamentales. Precisamente estudiando las piedras Galileo empezó a buscar aquellas huellas, por un acto de fe en el Creador.

Un acto de fe y de humildad que nos ha permitido llegar hoy, en sólo cuatro siglos, a concebir la existencia del «supermundo»: la más alta cima de los conocimientos científicos galileanos, por tanto del saber riguroso, respecto a lo inmanente. Las fronteras mismas del supermundo confirman lo que decía antes, es decir que somos la única forma de materia viviente dotada de razón.

--Se han atribuido al Papa falsas declaraciones de condena respecto a Galileo Galilei, luego desmentidas. ¿Cuál cree que es el pensamiento de Benedicto XVI sobre Galileo?
--Zichichi: Para Benedicto XVI, la razón está en el centro de la cultura de nuestro tiempo. Su pensamiento sobre Galileo ha sido alterado, extrapolando una cita de Feyerabend (que declaraba justa la condena de Galilei), perteneciente a un discurso que en realidad tenía como objetivo mantener la tesis opuesta. Y justo en Galileo el Papa ve una unión entre ciencia y fe.

El 6 de abril de 2006, a la pregunta de un joven que participaba en la Plaza de San Pedro en un encuentro de preparación a la Jornada Mundial de la Juventud, Benedicto XVI respondió que «el gran Galileo» consideraba que la Naturaleza y la Biblia eran dos libros escritos por el mismo Autor. El libro de la Naturaleza, escrito en lengua matemática, porque para construir el Universo es necesario el rigor de la matemática; la Biblia, siendo palabra de Dios, tenía que ser escrita en cambio en un lenguaje sencillo y accesible a todos, como deben ser los valores de nuestra existencia, que es una simbiosis de la esfera inmanente y de la esfera trascendental.

--¿Qué es la ciencia?

--Zichichi: La ciencia, nos recuerda Benedicto XVI nace del acto galileano de humildad intelectual: Aquél que ha hecho el mundo es más inteligente que todos nosotros, científicos, filósofos, artistas, matemáticos, sin excluir a nadie. Para conocer la lógica que eligió el Creador para crear el mundo y a nosotros mismos, sólo hay una posibilidad: hacerle preguntas de modo riguroso. Este es el significado de «experimento de cuño galileano» y de aquí nace la ciencia galileana, que exige rigor y reproducibilidad.

Si yo en 1965 hubiera podido demostrar la existencia de la antimateria nuclear sólo con papel y pluma y usando el rigor de la matemática, no habría necesitado hacer un experimento sumamente difícil, para el que fue necesario inventar un circuito electrónico especial que midiera el tiempo de vuelo de las partículas subnuclares, con una precisión hasta entonces nunca obtenida: fracciones de nanosegundos (una mil millonésima parte de un segundo).

Para hacer un descubrimiento científico es por tanto necesario rendirse a la superioridad intelectual del Creador de todas las cosas visibles e invisibles, y realizar un experimento. Es lo que sucedió con la antimateria nuclear y con muchos otros descubrimientos.

Cada descubrimiento fue obtenido siempre tras un experimento que exigió al menos una invención tecnológica, como por ejemplo el más potente detector de neutrones, que ha permitido descubrir una formidable propiedad del universo subnuclear. No es una propiedad banal de las estructuras subnucleares, sino el resultado de las leyes que gobiernan el universo cuya regularidad y cuyas leyes ningún filósofo, lógico matemático, pensador, nadie, supo prever.

Si fuera suficiente el rigor de la lógica matemática para comprender cómo está estructurado el universo subnuclear, no necesitaríamos construir estructuras complejas y gigantescas como la nueva máquina que entrará en funcionamiento a finales de este año en el CERN de Ginebra: una pista magnética de 27 kilómetros, con una cantidad enorme de detectores, algo hasta ahora nunca realizado, para encontrar respuesta a la pregunta: «¿Cómo era el universo un décimo de nanosegundo después del Big Bang»?

--Usted habla a menudo de la necesidad de humildad intelectual en la investigación científica...

--Zichichi: Si no hubiera sido por el acto de humildad intelectual del padre de la ciencia moderna, Galileo, habríamos permanecido detenidos, quién sabe por cuantos siglos todavía, en lo que pensaban nuestros antepasados: basta ser inteligentes para comprender cómo está hecho el mundo.

Durante diez mil años, desde el alba de la civilización hasta el siglo XVI, todas las culturas creyeron ilusoriamente saber descifrar el Libro de la naturaleza sin hacer nunca una sola pregunta a su Autor. He aquí por qué a ninguna cultura le tocó el privilegio de descubrir ninguna ley fundamental de la naturaleza.

Hoy, la ciencia ha llegado al umbral del supermundo por aquel acto de fe y de humildad intelectual, madurado en el corazón de la cultura católica con Galileo, que Juan Pablo II, el 30 de marzo de 1979, en el Vaticano, estando presentes representantes de los físicos de toda Europa, definió hijo legítimo y predilecto de la Iglesia Católica.

Con su coraje intelectual y espiritual, Juan Pablo II trajo de nuevo a casa por fin los tesoros de la ciencia galileana, que son auténticas conquistas de la cultura católica. Y Benedicto XVI es hoy el máximo custodio de estos tesoros en la continuidad cultural de su apostolado con el de Juan Pablo II.

--¿Esto se conecta con la alianza entre ciencia y fe que usted ha mantenido siempre?
--Zichichi: El papa Juan Pablo II, abriendo las puertas de la Iglesia Católica a la ciencia galileana, dio vida a esta gran alianza entre fe y ciencia. Una alianza de la que es prueba la frase «ciencia y fe son ambas dones de Dios», grabada sobre hierro y expuesta a los científicos de todo el mundo en el Centro de cultura científica «Ettore Majorana», en Erice.

La cultura de nuestro tiempo se dice moderna pero de hecho es prearistotélica, como lo prueba esa carta que firmaron 67 personas que hoy se han convertido --según me han dicho-- en muchos miles.

Sin embargo, Enrico Fermi enseña que la ciencia está fundada en la meritocracia y no en el número de quienes firman una presunta verdad. No se pueden someter a votación las «Fuerzas de Fermi» o la ecuación de Dirac. Ni las leyes que seguimos descubriendo en el universo subnuclear. La democracia está bien para la política, no para las verdades científicas. Si viviéramos --como pretende la cultura dominante atea-- en la era de la ciencia, esa carta no hubiera tenido una sola firma: nunca habría sido escrita. Las raíces de esa carta están en la cultura de nuestro tiempo que --como decía antes-- se dice moderna, mientras que de hecho es prearistotélica. En efecto, ni la lógica rigurosa ni la ciencia han entrado todavía en el corazón de esta cultura que --como ha escrito el papa Benedicto XVI en el discurso preparado para la visita a «La Sapienza»-- «obliga a la razón a permanecer sorda al gran mensaje que viene de la fe cristiana y de su sabiduría. Comportándose así, esta cultura no permite que las raíces de la razón penetren hasta los manantiales que alimentaban su savia vital».

La síntesis más hermosa del pensamiento del papa Benedicto XVI está grabada en la cúpula de la basílica de Santa María de los Ángeles y de los Mártires en Roma, en la que hay otra famosa frase de Juan Pablo II: «La ciencia tiene raíces en lo inmanente pero lleva al hombre hacia lo trascendente». Negar a Benedicto XVI el derecho de llevar a los jóvenes el mensaje de la gran alianza entre fe y ciencia ha sido un acto de obscurantismo, no de laicidad.

Por Paolo Centofanti, traducido del italiano por Nieves San Martín

viernes, 21 de agosto de 2015

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS (IX): REFLEXIONES DE SAN JUAN PABLO II SOBRE LAS LETANÍAS DEL 16 AL 20

16. Corazón de Jesús, en quien el Padre halló sus complacencias


JUAN PABLO II

ÁNGELUS
Domingo 22 de junio de 1986



16. Décima sexta Letanía:Corazón de Jesús, en quien el Padre halló sus complacencias, ten piedad de nosotros.

1. Corazón de Jesús, en quien el Padre halló sus complacencias.

Rezando así, particularmente ahora, en el mes de junio, meditamos en aquella complacencia eterna que el Padre tiene en el Hijo: Dios en Dios, Luz en Luz.

Esa complacencia significa también Amor: este Amor al que todo lo que existe le debe su vida: sin Él, sin Amor, y sin el Verbo-Hijo, no se hizo nada de cuanto se ha hecho. (Jn 1, 3).

Esta complacencia del Padre encontró su manifestación en la obra de la creación, en particular en la del hombre, cuando Dios "vio lo que había hecho y he aquí que era bueno... era muy bueno" (cf. Gén 1, 31).

¿No es, pues, el Corazón de Jesús ese "punto" en el que también el hombre puede volver a encontrar plena confianza en todo lo creado? Ve los valores, ve el orden y la belleza del mundo. Ve el sentido de la vida.

2. Corazón de Jesús, en quien el Padre halló sus complacencias.

Nos dirigimos a la orilla del Jordán.
Nos dirigimos al monte Tabor.

En ambos acontecimientos descritos por los Evangelistas se oye la voz del Dios invisible, y es la voz del Padre:

"Este es mi Hijo amado, en quien tengo mi complacencia. Escuchadle" (Mt 17, 5).
La eterna complacencia del Padre acompaña al Hijo, cuando Él se hizo hombre, cuando acogió la misión mesiánica a desarrollar en el mundo, cuando decía que su comida era cumplir la voluntad del Padre.

Al final Cristo cumplió esta voluntad haciéndose obediente hasta la muerte de cruz, y entonces esa eterna complacencia del Padre en el Hijo, que pertenece al íntimo misterio del Dios-Trino, se hizo parte de la historia del hombre. En efecto, el Hijo mismo se hizo hombre y en cuanto tal tuvo un corazón de hombre, con el que amó y respondió al amor. Antes que nada al amor del Padre.

Y por eso en este corazón, en el Corazón de Jesús, se concentró la complacencia del Padre.
Es la complacencia salvífica. En efecto, el Padre abraza con ella ―en el corazón de su Hijo― a todos aquellos por los que este Hijo se hizo hombre. Todos aquellos por los que tiene el corazón. Todos aquellos por los que murió y resucitó.

En el Corazón de Jesús el hombre y el mundo vuelven a encontrar la complacencia del Padre. Este es el corazón de nuestro Redentor. Es el corazón del Redentor del mundo.

3. En nuestro rezo del Ángelus Domini unámonos a María. Unámonos a Ella, de la que el Hijo de Dios tomó un corazón humano. Pidámosle que nos acerque a Él. Pidamos a Ella, en el corazón del Hijo, acerque al hombre y al mundo la complacencia del Padre, el Amor del Padre, la misericordia de Dios.

17. Corazón de Jesús, de cuya plenitud todos hemos recibido


JUAN PABLO II

ÁNGELUS
Castelgandolfo, domingo 13 de julio de 1986



17. Décima séptima Letanía: Corazón de Jesús, de cuya plenitud todos hemos recibido, ten piedad de nosotros.

1. Corazón de Jesús, de cuya plenitud todos hemos recibido.

Congregados para rezar el Ángelus, nos unimos a María en el momento de la Anunciación, cuando el Verbo se hizo carne y vino a habitar bajo su Corazón: el Corazón de la Madre.

Nos unimos, pues, al Corazón de la Madre, que desde el momento de la concepción conoce mejor el corazón humano de su divino Hijo: "De su plenitud recibimos todos gracia sobre gracia", así escribe el Evangelista Juan (Jn 1, 16).

2. ¿Qué es lo que determina la plenitud del corazón? ¿Cuándo podemos decir que el corazón está pleno? ¿De qué está lleno el Corazón de Jesús?

Está lleno de amor.

El amor decide sobre esta plenitud del corazón del Hijo de Dios, a la que nos dirigimos hoy en la oración.
Es un Corazón lleno de amor del Padre: lleno al modo divino y al mismo tiempo humano. En efecto, el Corazón de Jesús es verdaderamente el corazón humano de Dios-Hijo. Está, pues, lleno de amor filial: todo lo que Él ha hecho y dicho en la tierra da testimonio precisamente de ese amor filial.

3. Al mismo tiempo el amor filial del Corazón de Jesús ha revelado ―y revela continuamente al mundo― el amor del Padre. El Padre, en efecto, "tanto amó al mundo, que le dio su unigénito Hijo" (Jn 3, 16) para la salvación del mundo; para la salvación del hombre, para que él "no perezca, sino que tenga la vida eterna" (ib.).

El Corazón de Jesús está por tanto lleno de amor al hombre. Está lleno de amor a la creatura. Lleno de amor al mundo.

¡Está totalmente lleno!

Esa plenitud no se agota nunca.

Cuando la humanidad gasta los recursos materiales de la tierra, del agua, del aire, estos recursos disminuyen, y poco a poco se acaban.

Se habla mucho de este tema relativo a la explotación acelerada de dichos recursos que se lleva a cabo en nuestros días. De aquí derivan advertencias tales como: "No explotar sobre medida".

Muy distinto sucede con el amor. Todo lo contrario sucede con la plenitud del Corazón de Jesús.
No se agota nunca, ni se agotará jamás.

De esta plenitud todos recibimos gracia sobre gracia. Sólo es necesario que se dilate la medida de nuestro corazón, nuestra disponibilidad para sacar de esa sobreabundancia de amor.

Precisamente para esto nos unimos al Corazón de María.

18. Corazón de Jesús, deseo de los eternos collados


JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 20 de julio de 1986


18. Décima octava Letanía:Corazón de Jesús, deseo de los eternos collados, ten piedad de nosotros.
1. Corazón de Jesús, deseo de eternos collados...

A lo largo de estos domingos, cuando nos congregamos para la plegaria del mediodía, rezamos las letanías del Sagrado Corazón en unión particular con la Madre de Jesús.

El Ángelus dominical es, en efecto nuestra cita de oración con María. Junto con Ella recordamos la Anunciación, que fue ciertamente un acontecimiento decisivo en su vida.

Y he aquí que, en el centro de este acontecimiento, descubrimos el Corazón. Se trata del amor del Hijo de Dios, que desde el momento de la Encarnación comienza a desarrollarse bajo el Corazón de la Madre junto con el Corazón humano de su Hijo.

2. ¿Es este Corazón "deseodel mundo?

Mirando el mundo tal como visiblemente nos rodea, debemos constatar con San Juan que está sometido a la concupiscencia de la carne, a la concupiscencia de los ojos y a la soberbia de la vida (cf. 1 Jn 2, 16).

Y este "mundo" parece estar lejos del deseo del Corazón de Jesús. No comparte sus deseos. Permanece extraño y, a veces, incluso hostil respecto a Él.

Este es el "mundo", del que el Concilio dice que está "esclavizado bajo la servidumbre del pecado" (Gaudium et spes, 2). Y lo dice de acuerdo con toda la Revelación, con la Sagrada Escritura y con la Tradición (e incluso, digamos también, con nuestra experiencia humana).

3. Sin embargo, contemporáneamente, el mismo "mundoha sido llamado a la existencia por amor del Creador, y este amor le mantiene constantemente en la existencia. Se trata del mundo como el conjunto de las creaturas visibles e invisibles, y en particular "la entera familia humanacon el conjunto universal de las realidades entre las que ésta vive" (Gaudium et spes, 2).

Es el mundo que, precisamente a causa de la "servidumbre del pecado", ha sido sometido a la caducidad ―como enseña San Pablo― y, por ello, gime y siente dolores de parto, esperando con impaciencia la manifestación de los hijos de Dios porque sólo por este camino se puede liberar realmente de la esclavitud de la corrupción, para participar de la libertad y de la gloria de los hijos de Dios (cf. Rom 8, 19-22).
4. Este mundo ―a pesar del pecado y la triple concupiscencia― está orientado al amor, que llena el Corazón humano del Hijo de María.

Y por ello, uniéndonos a Ella, pedimos: Corazón de Jesús, deseo de los eternos collados, lleva a los corazones humanos, acerca a nuestro tiempo esa liberación que está en el Evangelio, en tu cruz y resurrección: ¡Que está en tu Corazón!


19. Corazón de Jesús, paciente y de mucha misericordia


JUAN PABLO II

ÁNGELUS
Domingo 27 de julio de 1986


19. Décima novena Letanía:Corazón de Jesús, paciente y de mucha misericordia, ten piedad de nosotros.

1. ¡Corazón de Jesús, paciente y de mucha misericordia!

Hoy, con ocasión de la oración del Ángelus, deseamos releer una vez más, junto con María, el Evangelio; en cierto sentido lo releemos todo entero, e inmediatamente. En él aparece el Corazón de Jesús, paciente e inmensamente misericordioso.

¿No es tal vez así el Corazón de Aquel que "pasó haciendo bien" a todos (cf. Act 10, 38)? ¿De Aquel que hizo que los ciegos adquiriesen la vista, los cojos caminasen, los muertos resucitasen? ¿Que a los pobres se les anunciara la Buena Nueva (cf. Lc 7, 22)?

¿No es tal vez así el Corazón de Jesús, que no tenia Él mismo dónde reclinar la cabeza, mientras que los lobos tienen sus guaridas y los pájaros sus nidos (cf. Mt 8, 20)?

¿No es tal vez así el Corazón de Jesús, que defendió a la mujer adúltera de la lapidación y luego le dijo: "Vete, y de ahora en adelante no peques más" (cf. Jn 8, 3-10)?

¿No es tal vez así el Corazón de Aquel que fue llamado "amigo de publicanos y pecadores" (cf.Mt 11, 19)?

2. ¡Miremos, junto con María, el interior de este Corazón!

¡Releámoslo a lo largo del Evangelio!

Más aún, sobre todo releamos este Corazón en el momento de la crucifixión. Cuando ha sido traspasado por la lanza. Cuando se ha desvelado hasta el fondo el misterio en Él escrito.

El Corazón paciente, porque está abierto a todos los sufrimientos del hombre. ¡El Corazón paciente, porque está dispuesto Él mismo a aceptar un sufrimiento inconmensurable con metro humano!

¡El Corazón paciente, porque es inmensamente misericordioso!
En efecto, ¿qué es la misericordia, sino esa medida particularísima del amor, que se expresa en el sufrimiento?

¿Qué es, en efecto, la misericordia sino esa medida definitiva del amor, que desciende al centro mismo del mal para vencerlo con el bien?

¿Qué es sino el amor que vence el pecado del mundo mediante el sufrimiento y la muerte?

3. ¡Corazón de Jesús, paciente de mucha misericordia!

¡Madre, que has mirado en este Corazón, cuando estabas presente al pie de la cruz!

Madre que, por voluntad de este Corazón, te has hecho Madre de todos nosotros.

¿Quién conoce como Tú el misterio del Corazón de Jesús en Belén, en Nazaret, en el Calvario?

¿Quién como Tú sabe que es paciente e inmensamente misericordioso?

¿Quién como Tú da testimonio incesantemente de ello?

20. Corazón de Jesús, generoso para aquellos que te invocan.


JUAN PABLO II

ÁNGELUS
Domingo 3 de agosto de 1986


20. Vigésima Letanía: Corazón de Jesús, generoso para aquellos que te invocan, ten piedad de nosotros.

1. ¡Corazón de Jesús, generoso para aquellos que te invocan! Nos recogemos hoy durante la oración del Ángelus para recordarte, oh Madre de Cristo, el acontecimiento que tuvo lugar en Caná de Galilea.
Esto ocurrió al comienzo de la actividad mesiánica. Jesús había sido invitado, contigo y sus primeros discípulos, a las bodas. Y cuando faltó el vino, Tú, María, dijiste a Jesús: Hijo, "no tienen vino" (Jn 2, 3).
Tú conocías su corazón. Sabías que es generoso para aquellos que lo invocan.

Con tu oración en Caná de Galilea hiciste que el Corazón de Jesús se revelase en su generosidad.

2. Este es el Corazón generoso, puesto que en Él habita efectivamente la plenitud: la plenitud de la divinidad habita en Cristo verdadero hambre; y Dios es amor.

Es generoso porque ama, y amar quiere decir prodigar, quiere decir dar. Amar quiere decir ser don. Quiere decir ser para los demás, ser para todos, ser para cada uno.

Para cada uno que llama. Llama, a veces, incluso sin palabras. Llama por el hecho de poner al descubierto a su verdad, y, en esta verdad, llama al amor.

La verdad tiene la fuerza de llamar al amor. Mediante la verdad todos aquellos que son "pobres de espíritu", que "tienen hambre y sed de justicia" que, ellos mismos, "son misericordiosos" tienen la fuerza de llamar al amor.

Todos ellos -y tantos otros más- tienen un maravilloso "podersobre el amor. Todos ellos hacen que el amor se comunique, se dé y se manifieste así la generosidad del corazón.

Entre todos ellos Tú, María, eres la primera.

3. ¡Corazón de Jesús, generoso para aquellos que fe invocanMediante esta generosidad el amor no se agota, sino que crece. Crece constantemente. Esta es la naturaleza misteriosa del amor. Y éste es también el misterio del Corazón de Jesús, que es generoso para con todos.

Se abre a todos y cada uno. Se abre completamente por sí mismo. Y en esta generosidad no se agota. La generosidad del Corazón da testimonio de que el amor no está sometido a las leyes de la muerte, sino a las leyes de la resurrección y la vida. Da testimonio de que el amor crece con el amor. Esta es su naturaleza.

4. De esta verdad sobre el amor dio testimonio en nuestros tiempos Pablo VI. Su corazón humano cesó de latir aquí, en Castelgandolfo, hace ocho años, en la fiesta de la Transfiguración del Señor.

Su humilde sucesor hace suya la misma verdad sobre el amor, que el difunto Pontífice proclamó con la palabra y con la vida hasta el final, invocando al Corazón divino.

Y por ello, pensando en el Papa Pablo VI, hoy, durante la oración del Ángelus nos unimos de modo particular a María y decimos: Corazón de Jesús, generoso para aquellos que te invocan, acoge a tu siervo en tu eterna luz.