viernes, 28 de agosto de 2015

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS (X): REFLEXIONES DE SAN JUAN PABLO II SOBRE LAS LETANÍAS DEL 21 AL 27

21. Corazón de Jesús, fuente de vida y de santidad

JUAN PABLO II

ÁNGELUS
Domingo 10 de agosto de 1986


21. Vigésima primera Letanía: Corazón de Jesús, fuente de vida y de santidad, ten piedad de nosotros.

1. ¡Corazón de Jesús, fuente de vida y de santidad!

Fuente.
Recordemos cuando Jesús se acercó a la pequeña ciudad de Samaria, llamada Sicar, donde se encontraba una fuente que se remontaba a los tiempos del Patriarca Jacob.

En aquel lugar encontró a una samaritana, que se acercaba para sacar agua de la fuente. Él le dice: "Dame de beber". La mujer responde: "¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, mujer samaritana?".

Entonces Jesús replicó: "Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: Dame de beber, tú le pedirías a Él, y Él te daría a ti agua viva".

Y continuó: "El agua que yo te dé se hará en ti fuente que salte hasta la vida eterna" (cf. Jn 4, 5-14).
¡Fuente! ¡Fuente de vida y de santidad!

2. En otra ocasión, en el último día de la fiesta de los Tabernáculos en Jerusalén, Jesús ―como escribe también el Evangelista Juan― "gritó, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, según dice la Escritura, ríos de agua viva correrán de su seno". El Evangelista añade: "Esto dijo del Espíritu, que habían de recibir los que creyeran en Él" (Jn 7, 37-39).

3. Todos deseamos acercarnos a esta fuente de agua viva. Todos deseamos beber del Corazón divino, que es fuente de vida y de santidad.

En Él nos ha sido dado el Espíritu Santo, que se da constantemente a todos aquellos que con adoración y amor se acercan a Cristo, a su Corazón.

Acercarse a la fuente quiere decir alcanzar el principio. No hay en el mundo creado otro lugar del cual pueda brotar la santidad para la vida humana, fuera de este Corazón, que ha amado tanto. "Ríos de agua viva" han manado de tantos corazones... y ¡manan todavía! De ello dan testimoniolos Santos de todos los tiempos.

4. Te pedimos, Madre de Cristo, que seas nuestra Guía al Corazón de tu Hijo. Te pedimos que nos acerques a Él y nos enseñes a vivir en intimidad con este Corazón, que es fuente de vida y de santidad.

22. Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados

JUAN PABLO II

ÁNGELUS
Domingo 17 de agosto de 1986


22. Vigésima segunda Letanía: Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados, ten piedad de nosotros.

1. Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados. El Corazón de Jesús es fuente de vida, porque por medio de Él actúa la victoria sobre la muerte. Es fuente de santidad, porque en Él ha sido vencido el pecado que es adversario de la santidad en el corazón del hombre.

Jesús, que el domingo de resurrección entra por la puerta cerrada, en el Cenáculo, dice a los Apóstoles: "Recibid el Espíritu Santo; a quien perdonareis los pecados, les serán perdonados" (Jn 20, 23).
Y diciendo esto, les muestra las manos y el costado, en el que están visibles los signos de la crucifixión. Muestra el costado, lugar del Corazón traspasado por la lanza del centurión.

2. Así, pues, los Apóstoles han sido llamados a volver al Corazón, que es propiciación por los pecados del mundo. Y con ellos también nosotros somos llamados.

La potencia de la remisión de los pecados, la potencia de la victoria sobre el mal que alberga en el corazón del hombre, se encierra en la pasión y en la muerte de Cristo Redentor. Un signo particular de esta potencia redentora es precisamente el Corazón.

La pasión de Cristo y su muerte se han apoderado de todo su cuerpo. Se han cumplido mediante todas las heridas, que Él ha recibido durante la pasión. Y se han cumplido sobre todo en el Corazón, porque el Corazón agonizaba mientras se apagaba todo el cuerpo. El Corazón se consumía al ritmo del sufrimiento que producían todas las heridas.

3. En este despojamiento el Corazón ardía de amor. Una llama viva de amor ha consumido el Corazón de Jesús en la cruz.

Este amor del Corazón fue la potencia propiciadora por nuestros pecados. Ello ha superado ―y supera para siempre― todo el mal contenido en el pecado, todo el alejamiento de Dios, toda la rebelión de la libre voluntad humana, todo mal uso de la libertad creada, que se opone a Dios y a su santidad.

El amor que ha consumado el Corazón de Jesús ―el amor que ha causado la muerte de su Corazón― era y es una potencia invencible. Mediante el amor del Corazón divino, la muerte ha logrado la victoria sobre el pecado. Se ha convertido en fuente de vida y de santidad.

4. Cristo mismo conoce hasta el fondo este misterio redentor de su Corazón. Es testimonio inmediato del mismo. Cuando dice a los Apóstoles: Recibid el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, da testimonio de aquel Corazón que es propiciación por los pecados del mundo.

María, que eres refugio de los pecadores, ¡acércanos al Corazón de tu Hijo!

23. Corazón de Jesús, saciado de oprobios


JUAN PABLO II

ÁNGELUS
Domingo 24 de agosto de 1986




23. Vigésima tercera Letanía: Corazón de Jesús, saciado de oprobios, ten piedad de nosotros.

1. Corazón de Jesús, saciado de oprobios.

Las palabras de las letanías del Sagrado Corazón nos ayudan a releer el Evangelio de la pasión de Cristo.

Repasemos con los ojos del alma aquellos momentos y acontecimientos desde la captura en Getsemaní al juicio de Anás y de Caifás, la encarcelación nocturna, la sentencia matutina del Sanedrín, el tribunal del Gobernador romano, el tribunal de Herodes el galileo, la flagelación, la coronación de espinas, la sentencia de crucifixión, el vía crucis hasta el lugar del Gólgota, y, a través de la agonía sobre el árbol de la ignominia, hasta el último "Todo está cumplido".

Corazón de Jesús, saciado de oprobios.

2. Corazón de Jesús ―el corazón humano del Hijo de Dios―, tan conocedor de la dignidad de todo hombre, tan conocedor de la dignidad de Dios-Hombre.

Corazón del Hijo, que es Primogénito de toda creatura:

― tan conocedor de la peculiar dignidad del alma y del cuerpo del hombre;
 tan sensible por todo lo que ofende esta dignidad: "saciado de oprobios".

3. Recordemos las palabras de Isaías Profeta: "He aquí a mi Siervo, a quien sostengo yo; mi elegido, en quien se complace mi alma... Él dará el derecho a las naciones. No gritará, no hablará recio... No romperá la caña cascada ni apagará la mecha que se extingue" (Is 42, 1-3).

"Como de Él se pasmaron muchos, tan desfigurado estaba su aspecto, que no parecía ser de hombre" (Is 52, 14).

"...Varón de dolores y familiarizado con el sufrimiento, y como uno ante el cual se oculta el rostro, menospreciado sin que le tengamos en cuenta" (Is 53, 3).

4. ¡Corazón de Jesús, saciado de oprobios!
¡Corazón de Jesús saciado de oprobios!
Signo de contradicción...
"Y una espada atravesará tu alma..." (Lc 2, 4-35).

24. Corazón de Jesús, despedazado por nuestros delitos


JUAN PABLO II

ÁNGELUS
Domingo 31 de agosto de 1986


24. Vigésima cuarta Letanía: Corazón de Jesús, despedazado por nuestros delitos, ten piedad de nosotros

1. Corazón de Jesús, despedazado por nuestros delitos.
Jesús de Nazaret, el que durante la última Cena dijo: "Esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros... Este es el cáliz de mi Sangre derramada por vosotros".

Jesús: sacerdote fiel, que mediante su propia sangre entra en el tabernáculo eterno.
Jesús: sacerdote, que según el orden de Melquisedec nos deja su sacrificio: haced esto... : ¡Jesús - Corazón de Jesús!

2. Corazón de Jesús en Getsemaní, que "se entristece hasta la muerte", que siente el "peso" terrible. Cuando dice: "Todo te es posible; aleja de mí este cáliz" (Mc 14 36), Él sabe, al mismo tiempo, cuál es la voluntad del Padre, y no desea otra cosa que cumplirla: derramar el cáliz hasta el fondo.
Corazón de Jesús, despedazado con la eterna sentencia: efectivamente, Dios ha amado tanto al mundo hasta dar su Hijo unigénito...

3Tantos siglos antes lo había dicho Isaías:

"Pero fue Él ciertamente quien soportó nuestros sufrimientos / y cargó con nuestros dolores, / mientras que nosotros le tuvimos por castigado, / herido por Dios y abatido" (Is 53, 4). Él se ha inmolado por nuestros delitos; y, sin embargo, ¿no decían en el Gólgota: "Si eres hijo de Dios, baja de esa cruz" (Mt 27, 40)?

4Así decían: Y, sin embargo, el Profeta sabía. Y, sin embargo, Isaías decía..., tantos siglos antes: "Fue traspasado por nuestras iniquidades / y molido por nuestros pecados... / Todos nosotros andábamos errantes como ovejas, / siguiendo cada uno su camino; / y Yavé cargó sobre Él / la iniquidad de todos nosotros... / Fue arrancado de la tierra de los vivientes / y herido de muerte por el crimen de su pueblo" (Is 53, 5-8).

5. ¡Despedazado por nuestros delitos!
Corazón de Jesús, despedazado por los pecados...
Los sufrimientos de la agonía abrazan gradualmente todo el cuerpo del Crucificado. Lentamente la muerte llega al corazón.
Jesús dice: "Todo está cumplido".
"Padre, en tus manos entrego mi espíritu" (Lc 23, 46).
¿Cómo iban a cumplirse las escrituras diversamente?
Cómo iban a cumplirse diversamente las palabras del Profeta que dice: "El Justo, mi Siervo, justificará a muchos... Se cumplirá por su medio la voluntad del Señor" (cf. Is 53, 11).
¡La voluntad del Padre! ¡No la mía, sino tu voluntad!

5. Nos hemos unido en la oración
contigo, Madre de Cristo:
contigo, que has participado
en sus sufrimientos ("conduluit")... 
Tú nos conduces al Corazón de tu Hijo 
agonizante en la cruz:
cuando en su despojamiento
se revela hasta el fondo como Amor.
Oh Tú, que has participado
en sus sufrimientos,
permítenos perseverar siempre
abrazando este misterio.
¡Madre del Redentor!
¡Acércanos al Corazón de tu Hijo!


25. Corazón de Jesús, obediente hasta la muerte


JUAN PABLO II

ÁNGELUS


Domingo 23 de julio de 1989




25. Vigésima quinta Letanía:Corazón de Jesús, obediente hasta la muerte, ten piedad de nosotros.

1. Queridos hermanos y hermanas: esta invocación de las Letanías del Sagrado Corazón nos invita hoy a contemplar el Corazón de Cristo obediente. Toda la vida de Jesús está bajo el signo de una perfecta obediencia a la voluntad del Padre, suprema y coeterna fuente de su ser (cf. Jn 1, 1-2): uno solo es su poder y su gloria, una sola su sabiduría; es recíproco su infinito amor. Por esta comunión de vida y de amor, el Hijo se adhiere plenamente al proyecto del Padre, que quiere la salvación del hombre mediante el hombre: en la "plenitud de los tiempos" nace de la Virgen Madre (cf. Ga 4, 4) con un corazón obediente, para reparar el daño causado al género humano por el corazón desobediente de los primeros padres.

Por esto, al entrar en el mundo Cristo dice: "He aquí que vengo... a hacer, oh Dios, tu voluntad" (Hb 10, 7). ¡"Obedienciaes el nuevo nombre del "amor"!

2. Los Evangelios nos muestran a Jesús, en el transcurso de su vida, siempre dedicado a hacer la voluntad del Padre. A María y José, que durante tres días, afligidos, lo habían buscado, Jesús, que tenía doce años, les responde: "¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre? (Lc 2, 49). Toda su existencia está dominada por este "yo debo" que determina sus opciones y guía su actividad. A los discípulos dirá un día: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra" (Jn 4, 34); y les enseñará a orar así: "Padre Nuestro, ... hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo" (Mt 6, 10).

3. Jesús obedece hasta la muerte (cf. Flp 2, 8), aunque nada le resulte tan radicalmente opuesto como la muerte, ya que Él es la fuente misma de la vida (cf. Jn 11, 25-26).

En aquellas horas trágicas le sobrevienen, inquietantes, el desconsuelo y la angustia (cf. Mt 26, 37), el miedo y la turbación (cf. Mc 14, 33), el sudor de sangre y las lágrimas (cf. Lc 22, 44). Luego, en la cruz, el dolor desgarra su cuerpo traspasado. La amargura -del rechazo, de la traición, de la ingratitud-, llena su Corazón. Pero sobre todo domina la paz de la obediencia. "No se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lc 22, 42). Jesús recoge las fuerzas extremas y, casi sintetizando su vida, pronuncia la última palabra: "Todo está cumplido". (Jn 19, 30).

4Al alba, al mediodía y al atardecer de la vida de Jesús, late en su corazón un solo deseo: hacer la voluntad del Padre. Contemplando esta vida, unificada por la obediencia filial al Padre, comprendemos la palabra del Apóstol: "Por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos" (Rm 5, 19), y la otra, misteriosa y profunda, de la Carta a los Hebreos: "Aun siendo Hijo, con lo que padeció experimentó la obediencia: y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen " (5, 8-9).
Que María Santísima, la Virgen del "hágase" tembloroso y generoso, nos ayude también a nosotros a "aprender" esta lección fundamental.

26. Corazón de Jesús, atravesado por una lanza


JUAN PABLO II

ÁNGELUS


Domingo 30 de julio de 1989



26. Vigésima sexta Letanía:Corazón de Jesús atravesado por una lanza, ten piedad de nosotros

1. Pocas páginas del Evangelio a lo largo de los siglos han atraído la atención de los místicos, de los escritores espirituales y de los teólogos tanto como el pasaje del Evangelio de San Juan que nos narra la muerte gloriosa de Cristo y la escena en que le atraviesan el costado (cf. Jn 19, 23-37). En esa página se inspira la invocación de las Letanías, que he recordado hace un momento.

En el Corazón atravesado contemplamos la obediencia filial de Jesús al Padre, cuya misión Él realizó con valentía (cf. Jn 19, 30) y su amor fraterno hacia los hombres, a quienes Él "amó hasta el extremo" (Jn 13, 1), es decir, hasta el extremo sacrificio de Sí mismo. El Corazón atravesado de Jesús es el signo de la totalidad de este amor en dirección vertical y horizontal, como los dos brazos de la cruz.

2. El Corazón atravesado es también el símbolo de la vida nueva, dada a los hombres mediante el Espíritu y los sacramentos. En cuanto el soldado le dio el golpe de gracia, del costado herido de Cristo "al instante salió sangre y agua" (Jn 19, 34). La lanzada atestigua la realidad de la muerte de Cristo. Él murió verdaderamente, como había nacido verdaderamente y como resucitará verdaderamente en su misma carne (cf. Jn 20, 24.27). Contra toda tentación antigua o moderna de docetismo, de ceder a la "apariencia", el Evangelista nos recuerda a todos la cruda certeza de la realidad. Pero al mismo tiempo tiende a profundizar el significado del acontecimiento salvífico y a expresarlo a través del símbolo. Él, por tanto, en el episodio de la lanzada, ve un profundo significado: como de la roca golpeada por Moisés brotó en el desierto un manantial de agua (cf. Nm 20, 8-11), así del costado de Cristo, herido por la lanza, brotó un torrente de agua para saciar la sed del nuevo pueblo de Dios. Este torrente es el don del Espíritu (cf. Jn 7, 37-39), que alimenta en nosotros la vida divina.

3. Finalmente, del Corazón atravesado de Cristo brota la Iglesia. Como del costado de Adán que dormía fue extraída Eva, su esposa, así ―según una tradición patrística que se remonta a los primeros siglos―, del costado abierto del Salvador, que dormía sobre la cruz en el sueño de la muerte, fue extraída la Iglesia, su esposa. Esta se forma precisamente del agua y de la sangre, ―Bautismo y Eucaristía―, que brotan del Corazón traspasado. Por eso, con razón afirma la Constitución conciliar sobre la liturgia: "Del costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de la Iglesia entera" (Sacrosanctum Concilium, 5).

4. Junto a la cruz, advierte el Evangelista, se encontraba la Madre de Jesús (cf. Jn 19, 25). Ella vio el Corazón abierto del que fluían sangre y agua, ―sangre tomada de su sangre―, y comprendió que la sangre del Hijo era derramada por nuestra salvación. Entonces comprendió hasta el fondo el significado de las palabras que el Hijo le había dirigido poco antes: "Mujer, he ahí a tu hijo" (Jn 19, 26): la Iglesia que brotaba del Corazón atravesado era confiada a sus cuidados de Madre.

Pidamos a María que nos guíe a sacar cada vez más abundantemente el agua de los manantiales de gracia que fluyen del Corazón atravesado de Cristo.

27. Corazón de Jesús, fuente de todo consuelo


JUAN PABLO II

ÁNGELUS


Domingo 13 de agosto de 1989



27. Vigésima séptima Letanía: Corazón de Jesús, fuente de todo consuelo, ten piedad de nosotros

1. Dios, Creador del cielo y de la tierra, es también "el Dios de toda consolación'' (2 Co 1, 3: cf.Rm 15, 5). Numerosas páginas del Antiguo Testamento nos muestran a Dios que, en su gran ternura y compasión, consuela a su pueblo en la hora de la aflicción. Para confortar a Jerusalén, destruida y desolada, el Señor envía a sus profetas a llevar un mensaje de consuelo: "Consolad, consolad a mi pueblo... Hablad al corazón de Jerusalén y decidle bien alto que ya ha cumplido su milicia" (Is 40. 1-2); y, dirigiéndose a Israel oprimido por el temor de sus enemigos, declara: "Yo, yo soy tu consolador" (Is 51, 12); e incluso, comparándose con una madre llena de ternura hacia sus hijos, manifiesta su voluntad de llevar paz, gozo y consuelo a Jerusalén: "Alegraos, Jerusalén, y regocijaos por ella todos los que la amáis... de modo que os hartéis de sus consuelos... Como uno a quien su madre le consuela, así yo os consolaré, y por Jerusalén seréis consolados" (Is 66, 10.11.13).

2. En Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, nuestro hermano, el "Dios-que-consuela" se hizo presente entre nosotros. Así lo indicó primeramente el justo Simeón, que tuvo la dicha de acoger entre sus brazos al niño Jesús y de ver en Él realizada "la consolación de Israel" (Lc 2, 25). Y, en toda la vida de Cristo, la predicación del Reino fue un ministerio de consolación: anuncio de un alegre mensaje a los pobres, proclamación de libertad a los oprimidos, de curación a los enfermos, de gracia y de salvación a todos (cf. Lc 4. 16-21: Is 61. 1-2).

Del Corazón de Cristo brotó esta tranquilizadora bienaventuranza: "Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados" (Mt 5. 5), así como la tranquilizadora invitación: "Venid a mí todos los que estéis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso" (Mt 11, 28).

La consolación que provenía del Corazón de Cristo era participación en el sufrimiento humano, voluntad de mitigar el ansia y aliviar la tristeza, y signo concreto de amistad. En sus palabras y en sus gestos de consolación se unían admirablemente la riqueza del sentimiento y la eficacia de la acción. Cuando, cerca de la puerta de la ciudad de Naím, vio a una viuda que acompañaba al sepulcro a su hijo único, Jesús compartió su dolor: "Tuvo compasión de ella" (Lc 7, 13), tocó el féretro, ordenó al joven que se levantara y lo restituyó a su madre (cf. Lc 7, 14-15).

3. El Corazón del Salvador es también, más aún, principalmente "fuente de consuelo", porque Cristo, juntamente con el Padre, dona el Espíritu Consolador: "Yo pediré al Padre y os dará otro Consolador para que esté con vosotros para siempre" (Jn 14, 16; cf. 14, 25: 16. 12): Espíritu de verdad y de paz, de concordia y de suavidad, de alivio y de consuelo: Espíritu que brota de la Pascua de Cristo (cf. Jn 19, 28-34) y del evento de Pentecostés (cf. Hch 2, 1-13).

4. Toda la vida de Cristo fue por ello un continuo ministerio de misericordia y de consolación. La Iglesia, contemplando el Corazón de Cristo y las fuentes de gracia y de consolación que de Él manan, ha expresado esta realidad estupenda con la invocación: "Corazón de Cristo, fuente de todo consuelo, ten piedad de nosotros".

Esta invocación es recuerdo de la fuente de la que, a lo largo de tos siglos, la Iglesia ha recibido consolación y esperanza en la hora de la prueba y de la persecución; es invitación a buscar en el Corazón de Cristo la consolación verdadera, duradera y eficaz; es advertencia para que, tras haber experimentado la consolación del Señor, nos convirtamos también nosotros en convencidos y conmovidos portadores de ella, haciendo nuestra la experiencia espiritual que hizo decir al Apóstol Pablo: el Señor "nos consuela en toda tribulación nuestra para poder consolar a los que están en toda tributación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios" (2 Co 1, 4).

Pidamos a María, Consoladora de los afligidos, que, en los momentos oscuros de tristeza y angustia, nos guíe a Jesús, su Hijo amado, "fuente de todo consuelo".

No hay comentarios:

Publicar un comentario