martes, 11 de agosto de 2015

PRUEBAS DE LA EXISTENCIA DE DIOS (II): A PROPÓSITO DE HAWKING. ¿ES TANTO LIO?





1.- Recuerdo de un amigo de gran buen humor que, estando enfermo, se negaba a ir al médico porque en ese país –decía— los médicos eran magníficos ingenieros. Zapatero a tus zapatos. Cada uno que hable de lo que sabe, de lo que ha estudiado a fondo. Es un principio que con frecuencia hoy creo que se viola.
Vittorio Messori, en un artículo de hace unos años (2007), dice que estamos asistiendo a un regreso a formas de ateísmo militante. Parece que la visita del Papa esta recrudeciendo el fenómeno en Inglaterra. Stephen Hawking, entre otros, ha provocado una aparente tempestad con el agua de poco más que un balde. Sabíamos que era ateo, pero no eran de esperar manifestaciones sobre lo que no ha demostrado tener conocimientos suficientes de metafísica.

2.- La verdad es que me temo que no haya dicho lo que le harán haber dicho: que la ciencia pruebe que Dios no existe. Si mis informaciones no son erróneas ha dicho que los principios de la ciencia se sostienen sin necesidad de que Dios exista y que el mundo, tal como existe, se explica suficientemente por tales principios.
Hay que demostrarlo, pero hasta cierto punto es una expresión banal. Fuera de poquísimos científicos como Hawking el resto de los mortales —aun habiendo estudiado física y siendo profesores de ella— andan por el mundo —lo conocen suficientemente— sin haber resuelto el problema de si el cosmos se justifica o no en su existencia por sus propios principios. Y no les pasa nada. No es ninguna tragedia. La inmensa mayoría de conocimientos que poseemos los humanos, se sostienen, nos son útiles, conocemos con certeza algunos de ellos y los utilizamos sin que la certeza que tenemos de ellos se vea afectada por teorías o pruebas cosmológicas. Los problemas de Dios, de la historia, del derecho, de la medicina, de la sociedad, de lo moral, etc. no se presentan generalmente por necesidades de teoría alguna cosmológica. Y a la generalidad de los mortales le preocupan, al menos algunos de ellos, más que los cosmológicos. Desde este punto de vista y como reconoce otro ateo, Fernando Savater, la necesidad de solucionar bien la cuestión de la fe en Dios preocupa mucho más; los humanos la consideran mucho más importante y gana por goleada a la importancia dada a teoría alguna cosmológica.

3.- Por lo demás son varios los caminos por los que muchos hombres pueden llegar y de hecho han llegado al conocimiento de la existencia de ese ser real que hizo el universo, juzgará el valor de nuestra existencia y designamos con la palabra “Dios” o equivalentes: God, Zeos, Alá, El, etc.
Como ejemplo de tales caminos se pueden señalar la misma existencia del cosmos, su orden, el orden moral, la historia del pueblo judío, la existencia de Jesús, la Iglesia y los milagros que hasta hoy se siguen dando en ella. Hawking no roza más que el segundo y con menos fuerza el primero. Viene a decir que, dadas las leyes por las que se rige la materia, era forzoso que del bigbang surgiera este cosmos y por tanto no hace falta recurrir a un ser inteligente que dirigiera el proceso.

4.- Pero ese principio, al que recurre Hawking como “posible” explicación que “haría” innecesario el recurso a la existencia de una inteligencia ordenadora exterior al sistema, ¿con qué pruebas asegura Hawking sea cierto? La experiencia humana —la ciencia se basa en la experiencia— no conoce “explosiones naturales” “ordenadas”: Hiroshima, los volcanes, etc… Sin embargo lo que la experiencia detecta en el bigbang, que Hawking acepta como origen del universo, es que de aquella explosión han surgido un orden total y una serie de “ordenes” parciales, como las galaxias, el sistema solar, el orden de cada especie viva, sobre todo el del hombre, de tal complejidad que el hombre todavía hoy no los conoce en su totalidad y que se vienen repitiendo constantemente hasta el presente.
¿Es el azar lo que los ha producido y los mantiene? Si en la lotería apareciere como primer número premiado el 1234567, ese orden ya se prestaría a comentarios; pero si el hecho se repitiese cien, doscientas, un millón de veces seguidas, nadie atribuiría eso a la casualidad. El problema, que Hawking no afronta y que los científicos que se profesan ateos deben resolver, es por qué este mundo ha surgido así como es y se mantiene en ese orden.

5.- Pero antes será bueno recordar algunos principios que la ciencia ha usado y viene usando y que son los mismos que los filósofos creyentes han manejando para llegar a conocer la existencia de Dios por la razón natural. Tales principios son: el de la vigencia universal de los principios de causalidad y razón suficiente y el de la insuficiencia del azar como causa de los efectos constantes y uniformes. La ciencia ha surgido, progresado y progresa porque se pregunta por qué sucede esto o aquello y ha buscado su razón suficiente o su causa. Así procedieron Arquímedes, Galileo, Newton, Born, Plank, Einstein y todos los demás. Estoy seguro que el mismo Hawking procede así. El recurso al azar no explica sino que no se encuentra explicación. Pero eso no es ciencia.

6.- El caso es que la ciencia, al utilizar —no importa si en todos los casos el científico lo haga conscientemente o no— con éxito esos principios de razón suficiente y de causalidad y rechazar al azar como causa ni justificación del orden constante de la naturaleza, y haciéndolo con un éxito continuado (dentro de sus límites científicos), ha confirmado la validez de tales principios. En este sentido la ciencia, lejos de poner objeciones a las pruebas racionales de la existencia de Dios, se puede decir que por el contrario las apoya y confirma.
Porque es claro que existen muchos seres que comenzaron a existir y nuestra propia experiencia íntima lo confirma, y que todo lo que comienza a ser necesita de una causa eficiente distinta de sí mismo para ello. Porque sin existir nada ni nadie puede hacer algo. Operari sequitur esse: el obrar viene después del ser.
Una cadena infinita de seres hechos (que comenzaron a existir gracias a la acción eficiente de otro, no es solución. Por infinita que sea la cadena, lo que sucede es que no ha habido ninguno que haya podido obrar sin haber existido gracias al obrar de otro, que no existía. Pero esto es contradictorio: porque el último, que en el supuesto sería también hecho, habría existido, es decir habría sido hecho sin haber sido hecho todavía y obraría sin existir. La matemática nos ofrece ejemplos. Infinita es, por ejemplo, la secuencia de números pares. Es inútil rebuscar en ella el número 5, porque no es par. Ya se sabe que no está.

7.- Así pues hay que romper ese pandemónium de una sucesión infinita de meros seres existentes gracias a la acción de otro, a su vez hecho por otro. Es una idea en sí contradictoria. Hay que romper la cadena infinita que no cuelga de ningún sitio. Hay que admitir como necesario para que este mundo exista que exista un ser esencialmente distinto de los demás que exista sin que lo haya hecho ningún otro, que exista por necesidad intrínseca de sí mismo, que es necesario que exista.

8.- Claro que ese “SER NECESARIO” no es el ser maravilloso, bondadoso y Padre, que conocemos por la Biblia. En rigor sí es el mismo; pero es que por la razón no lo podemos conocer más que de forma muy imperfecta y bien oscura y —hay que reconocerlo— nada fácil para mucha gente. Por eso ha querido Él manifestarse más claramente. Pero me he alargado ya mucho. Lo dejamos para otra ocasión. ¿De acuerdo?
P. José Ramón Martínez Galdeano, S.J.

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